Milenio Tamaulipas

El uso de la incertidum­bre

- MARUAN SOTO ANTAKI @_Maruan

De alguna forma logramos disociar ciertas ideas de sus efectos en la vida política de México. Se ha despojado a la preocupaci­ón de sus atributos para ocuparnos de las formas previament­e despojadas de fondos. De lo menos trascenden­te a los refugios para mujeres víctimas de violencia, la insistenci­a en certezas livianas se transforma en el gobierno de las incertidum­bres.

El análisis se esteriliza en lo ambiguo, lo confuso y momentáneo de los anuncios en Palacio Nacional o el Congreso, más que en el resultado final de esos anuncios. La respuesta defensiva y recurrente, en muchos casos sin quererlo, en otros con plena conciencia, adivina un posible desprecio a la lógica llana. Es válido el reclamo de tiempo para los resultados del discurso, pero se escuda con excesos en la evidente distancia entre un anuncio y sus frutos. Delinea una ruta simultánea: el rechazo a la posibilida­d de prever algunos efectos como quien niega que un vaso de cristal muy frágil se romperá al caer a un suelo de piedra. Se pide esperar a que caiga, tal vez aterrice sin problemas, incluso lleno de una bebida. Nadie puede afirmar lo contrario. Aún no cae, solo se ha amenazado con darle una palmada.

La misma estrategia cada semana. En un país como éste, no es difícil encon- trar problemas a los que arrojarles soluciones. Para cualquier nivel de gobierno se antoja ocioso explicarla­s. Pensar en aristas es signo de antipatía que contradice el espíritu de felicidad. Aparecen nuevos conflictos al querer remediar los previos. Donde la incertidum­bre es reina, el pensamient­o es reducido a mera especulaci­ón.

Advertenci­a de una medida de dimensione­s dudosas, más tarde un cambio de ruta olvidará la zozobra. Departamen­tos de lujo construido­s por militares, la iniciativa de un legislador para amedrentar calificado­ras financiera­s, reestructu­ración del Fonca, ambigüedad­es sobre los refugios para mujeres violentada­s. Aquelarre a su punto máximo. Ya no se debate el hecho, lo hacemos acerca de la declarator­ia incontenib­le sobre él. El punto de mayor tensión se beneficia de una tarde o un fin de semana. Cada anuncio se ha vuelto un universo de planteamie­ntos que deberán descartars­e antes del medio día en que fueron publicados. La discusión diaria se alimenta de aspectos que expiran a la conferenci­a de prensa siguiente, cuando el escándalo se diluye en el intento por regresar a un sendero de aparente tranquilid­ad. El agotamient­o de la conversaci­ón ya la ha llevado a otro lugar que repite el esquema, y no ve con gusto el escepticis­mo a los detalles que relacionan a una solución con la realidad.

No es debatir lo polémico, aquí se construye lo polémico para que toda discusión se desgaste en lo efímero que se dice sin la menor precaución. Frivolizam­os el debate democrátic­o al punto en que su mayor logro es la renuncia a la insensatez que jamás debió presentars­e. El desarrollo inmobiliar­io del Ejército ya no será más, tampoco la limitación a las calificado­ras de riesgo, o lo que se sume a la lista. Nos relajamos al evitar aquello que siempre fue gratuidad.

La vida política del país se va en el tránsito de las incertidum­bres amplificad­as entre una declaració­n, y la incertidum­bre generada al atajarla.

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