Milenio Tamaulipas

Castiguen el aborto

- ÁLVARO CUEVA alvaro.cueva@milenio.com @AlvaroCuev­a

Ser mujer debe ser la cosa más espantosa que le puede suceder a un ser humano. Imagínese: no son dueñas de su cuerpo. Necesitan que la autoridad les dé permiso hasta para abortar. Porque, claro, ellas no valen, no existen. Las mujeres son máquinas de procreació­n, fábricas de bebés.

Mujer que no tiene hijos, mujer que no sirve, mujer que no es mujer. Mujer que se atreve a alterar esto, mujer delincuent­e, mujer que merece lo peor.

¿Sí entiende lo que está pasando aquí? No es el tema del aborto. Ni siquiera es el tema de las religiones. El tema es que, a pesar de tantos siglos de evolución, las mujeres siguen siendo personas de segunda.

Sí, les damos chance de que voten, de que trabajen y hasta de que nos mantengan, pero a la hora de los trancazos, ese útero no es suyo, que no lo toquen, no les pertenece. Puede ser de sus papás, del marido, del gobierno o hasta de Dios. Pero suyo, no es. Y, como bien dice el Presidente: no nos vamos a pelear por eso.

Me siento en The Handmaid’s Tale, en una película de ciencia ficción. Lo veo en un estado tan rico y tan avanzado como Nuevo León y no lo creo. Eso de castigar a las mujeres por atreverse a elegir sobre lo que pasa en su cuerpo es medieval.

Por eso las matan. Si las autoridade­s nos están diciendo que las mujeres que deciden sobre lo que sucede en sus vientres son asesinas, ¿por qué usted o yo tendríamos que respetarla­s? ¿Por qué usted o yo tendríamos que tratarlas de igual a igual?

Si no son dueñas de su cuerpo, vamos a divertirno­s con ellas, a jugar con esos trozos de carne, a usarlos y, ¿por qué no?, a destrozarl­os, a desaparece­rlos.

Es que, finalmente, si las mujeres existen en función de su maternidad o de lo que los demás quieran hacer con ellas, ¿qué nos impide liquidarla­s cuando ya no nos sean útiles? Por eso las mujeres triunfan cuando son bonitas, cuando son jóvenes, cuando son fértiles. Ahí es cuando sirven, cuando nos sirven. Después, ya no.

Ahora entiendo lo del matriarcad­o y lo de los festejos como el del Día de las Madres. ¡Claro! Son mecanismos de superviven­cia: no me elimines. Yo sí hice lo que tú querías. Yo sí cumplí. Ahora ponme un monumento. Reconóceme. Respétame. Dame poder.

¿Ahora entiende cuando le digo que ser mujer debe ser la cosa más espantosa que le puede suceder a un serhumano?Anteserafá­cil:lasmujeres­nosabíanle­er, nadie hablaba ni de derechos ni de equidad de género. Había una suerte como de resignació­n colectiva.

Ahora leen, estudian, participan, toman las calles. No se dejan. Imagínese estar así de capacitada­s, ser así de fuertes, y que les digan que no se pertenecen, que existe alguien por encima de ellas que les tiene que dar permiso para usar sus cuerpos.

Es un insulto, un atentado, una aberración e, insisto, una justificac­ión para cosas peores que van, del acoso y los salarios bajos a los golpes, el terror psicológic­o y los feminicidi­os. Y nos lo están diciendo nuestras mismísimas autoridade­s. No es un chiste.

Dios bendiga al estado de Nuevo León y a todas las buenas conciencia­s que están luchando para que se castigue el aborto. Que Dios los bendiga porque van a necesitar mucho de esas bendicione­s cuando entren al infierno, ya que lo que están haciendo es peor. ¿O usted qué opina?

Votan, trabajan y hasta nos mantienen, pero resulta que ese útero no es suyo

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