Milenio Tamaulipas

Son casi desconocid­os

AMLO da la impresión de ser de ésos que, dice la voz popular, en los bautizos quieren ser el niño, en las bodas el novio y en los entierros el muerto. Tras de la conferenci­a mañanera ya nadie puede abrir la boca. El programa de un solo hombre, vamos.

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

En el lecho del amor el muchacho le dijo a su dulcinea: “Mi padre me decía siempre que si fumaba no me crecería mi parte de varón”. Comentó la chica: “Se ve que no le hiciste caso”. En el bar un tipo le contó a su amigo: “Todos los días recibo una llamada telefónica en la cual se me insulta, se me amenaza y se me exige dinero”. “¡Qué barbaridad! -se consternó el amigo-. Esperemos que todo eso termine cuando funcione la Guardia Nacional. Pero dime: ¿sabes quién te hace esas llamadas?”. “Sí -respondió con tono sombrío el otro-. Mi ex esposa”. La linda meserita de la taquería se sobresaltó cuando el añoso cliente le dijo: “Me traes de cabeza”. Volvió a la tranquilid­ad, sin embrgo, cuando el provecto señor continuó: “Y también e traes de sesos, de lengua y de cachete”. “Es más desconocid­o que el padre de Whistler”. Así decía un amigo mío aludiendo a cierto escritor municipal. Y es que aquel famoso pintor inglés inmortaliz­o a su madre en un célebre retrato, pero su pobre papá quedó en el más triste anonimato, olvidado para siempre. La mayoría de quienes forman el gabinete de AMLO han corrido hasta ahora la misma suerte: son casi deconocido­s El brillo del Presidente los opaca en tal manera que incluso nos es difícil recordar sus nombres. Si nos preguntan el del secretario de Agricultur­a a lo mejor diremos el del director de PEMEX. Un querido personaje de Saltillo, el arquitecto Ismael Ramos, tenía en su escritorio un letrero que decía: “Es muy agradable ser importante, pero es más importante ser agradable”. Pienso que el Presidente debería dar más cancha a sus colaborado­res; dejar que hagan declaracio­nes aun cuando no estén bajo su sombra; permitirle­s mayor libertad de acción de modo que cobren más personalid­ad -si bien no más salarioy se desempeñen con mayor soltura. Ahora a muchos de ellos se les ve disminuido­s ante su jefe, y aun en ocasiones temerosos de enojarlo. O de plano son invisibles. No se advierte coordinaci­ón, trabajo de equipo en el Gobierno. AMLO da la impresión de ser de ésos que, dice la voz popular, en los bautizos quieren ser el niño, en las bodas el novio y en los entierros el muerto. Tras de la conferenci­a mañanera ya nadie puede abrir la boca. El programa de un solo hombre, vamos. El Presidente sabe mucho de beisbol. Y una de las primeras lecciones que enseña el Rey de los Deportes es que sin labor de equipo no se puede ga- nar el juego. Un pollo le dijo a otro en el rosticero: “El calor y las vueltas las soporto; lo que me encabrona es el tubo allá donde te platiqué”. Tirilita dio a luz un varoncito. Su mejor amiga le llevó de regalo un libro llamado: “Mil nombres para su bebé”. “Nombre ya tengo -declaró, mohína, Tirilita-. Lo que necesito es conseguirl­e un apellido”. Boda: todo es arroz. Divorcio: todo es pa-ella”. Le dijo doña Macalota a don Chinguetas: “Gastas mucho en licor”. Opuso el majadero: “Y tú gastas mucho en maquillaje”. Replicó doña Macalota: “Yo necesito el maquillaje para verme bonita”. Y declaró don Chinguetas: “Y yo también necesito el licor para verte bonita”. Jactancio Elátez era un tipo egocéntric­o, pagado de sí mismo, vanidoso. Cierto día estuvo con una linda chica en la habitación 210 del popular Motel Camaua. Al término del trance erótico Jactancio encendió un cigarrillo egipcio que previament­e puso en una larga boquilla de ámbar y marfil, y luego le dijo con tono displicent­e a su amiguita: “Ya sé que esto fue maravillos­o para ti, Camilia, pero me estoy preguntand­o: ¿cómo fue para mí?”. Decía hecho una furia don Chinguetas al tiempo que buscaba con desesperac­ión por todas partes: “Un día me les voy a esconder yo, pa’ que las pinches llaves sepan lo que se siente”.

Mirador

John Dee no amaba la vida: amaba el conocimien­to.

Era filósofo, y se hacía preguntas sobre la vida.

Esas preguntas sólo la vida las podía contestar.

Y él no vivía la vida

Un día conoció a una mujer. Esa fue la respuesta que la vida dio a sus preguntas.

El sabio pensador se enamoró de ella. De la mujer, quiero decir.

Y al enamorarse de la mujer se enamoró también de la vida.

Ahora John Dee ama la vida. Ama también el conocimien­to, pero sólo el conocimien­to que es para la vida. -Mi mujer es mi vida -solía decir. Cuando la mujer le dio su primer hijo John Dee cambió la frase. Ahora dice: -Mi mujer es la vida.

“Es muy agradable ser importante, pero es más importante ser agradable”.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

“... Son muy pequeñas las casas de interés social...”.

Eso que ahora publicas no molesta a mis paisanos, pues a muchos mexicanos les gustan las casas chicas.

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