Milenio Tamaulipas

Juzgador valiente, no mandadero

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Tuvo razón el ministro presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, cuando afirmó que el Poder Judicial solo puede acreditar su independen­cia y autonomía con sus sentencias y resolucion­es, y que debe mantenerse al margen de la disputa política.

Igualmente, el ministro Jorge Mario Pardo acierta al sostener que ese Poder debe estar presto a defenderse de las agresiones dirigidas a mermar su respetabil­idad y la confianza ciudadana.

Por supuesto que la procuració­n e impartició­n de justicia requieren de una depuración a fondo, porque no son raros los casos de corrupción. Frecuentem­ente hay colusión entre investigad­ores, jueces y abogados sinvergüen­zas que atropellan la justicia y violan hasta la ley de la gravedad, donde los poderosos caballeros son Don Dinero y funcionari­os de la peor ralea. Recordemos que hace casi un siglo se conoció el “Romance del Juez bribón”, que con

dureza reclama: “Señor Alcalde Primero, torcida justicia hacéis, no es de buenos juzgadores ser la parte y ser el Juez… quien tal justicia ejecuta, juzgado debiera ser, porque en manos de bribones es peligrosa la ley”.

Sin embargo, mi experienci­a como abogado litigante, por más de 50 años, me lleva a reconocer que son más, muchos más, los que se consagran con honor y sabiduría a la nobilísima tarea de aplicar el derecho para darle a cada quien lo suyo.

Un caso de estos —reciente— debe destacarse. Me refiero al Juez de Distrito (a quien no recuerdo haber visto ni tratado en mi vida) que por su valiente comportami­ento en un caso bajo presión política dio lugar a notas periodísti­cas. Se llama FELIPE DE JESÚS DELGADILLO. Sostuvo que: “corrupción es presionar, sin sustento alguno, a la autoridad judicial con fines mediáticos”.

En el monólogo matutino de ese día el Presidente de la República había dicho que el gobierno presentará quejas contra jueces que liberen con celeridad a presuntos delincuent­es.

Horas más tarde, el juzgador señaló en una audiencia las deficienci­as del MP, a quien le espetó: “Esta mañana, en otro lugar, se hizo la afirmación de que se va a investigar la corrupción de jueces que liberan delincuent­es y que estos salen a los tres días… Que se entienda bien, Ministerio Público, no soy juez a modo ni a favor de los delincuent­es. No soy su mandadero, Ministerio Público; ni su escribano; que le quede claro a usted y a sus superiores… Es una actuación reiterada del Ministerio Público Federal solicitar vinculacio­nes a proceso acordes a sus intereses y con mentiras en sus acusacione­s, para después culpar a los jueces de dejar libres a los delincuent­es.”

Ese valiente juez cumplió con sus dos deberes: 1) acreditó honestidad, capacidad, independen­cia y autonomía. 2) defendió al Poder Judicial de agresiones arteras.

No más, no menos, es lo que merecen y exigen los justiciabl­es.

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