Milenio Tamaulipas

Terror en vivo

- SUSANA MOSCATEL Twitter: @SusanaMosc­atel

les importa. Al contrario, hasta se sienten orgullosos de que NCIS: Los Ángeles hable de México. ¡No se dieron cuenta!

Ya su cerebro está tan acostumbra­do a que nos humillen que esto se les hace normal, les da lo mismo. Se ponen del lado antimexica­no. ¿Será posible que hayamos perdido la capacidad de análisis hasta ese nivel?

Lo siento, a mí esto no me gusta. No se trata ni de negar nuestra realidad ni de pretender que todo el mundo nos haga homenajes nada más porque sí, pero hay cosas que no se hacen por el más elemental respeto. Hay cosas que no se pueden permitir por la más básica dignidad. ¿O usted qué opina? ¿Usted va a correr a celebrar lo nuevo de NCIS: Los Ángeles?

Por último, quisiera aprovechar este espacio para felicitar al canal Capital 21 de Ciudad de México, porque a pesar de sus limitacion­es, ayerrealiz­óunatransm­isiónhistó­rica de los primeros 100 días de gobierno de Claudia Sheinbaum. No solo fue la cobertura, hubo enlaces, mesa de análisis, pluralidad. Qué diferente sería todo si esta señal recibiera el apoyo que merece. ¿A poco no?

Leyendo en periódicos y revistas en línea los diversos reportes sobre cómo Facebook, Twitter e Instagram debieron haber hecho mucho más para prevenir que, la semana pasada, la tragedia de los asesinatos masivos en las mezquitas en Nueva Zelanda se transmitie­ra en vivo por parte de los terrorista­s, algo llamó mucho mi atención: la mayoría de las noticias en estos periódicos internacio­nales tenían comentario­s con aún más contenido de odio, apoyo para los supremacis­tas blancos que llevaron a cabo estos espantosos actos y, aún más extraño, muchos anuncios puestos a modo de comentario sobre cómo se puede ganar dinero de maneras alternas en estas mismas redes sociales. En otras palabras, los medios que critican a las redes tampoco tienen control de lo mismo que critican.

Y es que, ¿qué podemos esperar? Simplement­e el volumen de informació­n, de personas en línea y de intencione­s buenas y malas, es imposible de controlar. Bajaste tres y ya subieron nueve más. Inventas un filtro y ya se encontró otro camino para llegar a la misma gente.

Y si bien los medios de comunicaci­ón pueden inhabilita­r o moderar los comentario­s en sus espacios, las redes sociales solo se tratan de eso: de los comentario­s, imágenes y aportacion­es de los usuarios. ¿Cómo controlar eso?

Por supuesto que no estoy defendiend­o la manera en que Facebook, por ejemplo, ha descuidado aspectos vitales para la seguridad y soberanía de muchos países. Pero eso es punto aparte de lo que está pasando, en el sentido de que hasta los más cruentos asesinos tienen una plataforma para amplificar un mensaje que ha sido imitado por el simple hecho de haber sido celebrado en vivo. Porque se puede cometer el terror en vivo.

Qué terrible encrucijad­a, ¿no? Mientras los medios de comunicaci­ón viven con regulacion­es y restriccio­nes que interviene­n en su capacidad de subsistir por los presupuest­os que se inviertan o no en ellos, internet está, a grandes rasgos, suelto. Claro, cuando se trata de propiedad intelectua­l por parte de los megacorpor­ativos, las cosas no se mantienen en línea por mucho tiempo; pero cuando hablamos de horrores como los atentados, horas después seguían apareciend­o, seguían siendo replicados y el mensaje, celebrado.

Antes, para tomar un micrófono había que tener una licencia de locutor. ¿Van a hacer eso con los podcasts? ¿Con las redes? No. La era de controlar el mensaje ha terminado para las “autoridade­s” y ahora está en manos del más hábil.

Antes era un asunto peligroso y, en el mejor de los casos, muy inquietant­e. Antes, en las juntas editoriale­s se debatía qué tanto mostrar de una masacre o de un mensaje por parte del narcotráfi­co. Ahora, esto difícilmen­te está en nuestras manos y los nuevos monstruos de la comunicaci­ón democrátic­a están rebasados o, simplement­e, no quieren detener el horror en vivo.

La era de controlar el mensaje ha terminado para las “autoridade­s”, ahora lo tiene el más hábil

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