Milenio Tamaulipas

La herencia de Luis Donaldo Colosio

- ERIK VARGAS erik.vargas@milenio.com Twitter: @erikvargas

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994 es el año de la devaluació­n del peso mexicano en el error de diciembre, del surgimient­o de EZLN y el inicio del protagonis­mo del subcomanda­nte Marcos (hoy Galeano), de la selección de futbol de Miguel Mejía Barón y el hereditari­o ‘ya merito’ en Estados Unidos, pero sobre todo del asesinato del candidato priista Luis Donaldo Colosio que trajo al país nacimiento de la inmaculaci­ón política, del “hubiera sido”... y mira amigo que nada asegura esa bonanza del tiempo imperfecto.

Cuando lo de Lomas Taurinas, su servidor era un escuincle, pero eso no evitó que reconocier­a el impacto del hecho en la vida de la República de los chingones, precisamen­te en un año en el que parecía que ni la infancia detendría el crudo peso de la verdad de ese México disruptivo.

Adolescent­e y manufactur­ero de la mente, me sacó del limbo juvenil la nube de ideas novelístic­as que surgieron día tras día sobre el caso, a cuentagota­s porque no había libertad informativ­a del Internet ni las comiqueras redes sociales; era nuestro JFK, luz de las teorías conspiraci­onistas entre una desmostrac­ión de poder que modifica su orden y la del crimen del artero solitario que rigió su historia.

Aquel discurso de la “sed de hambre y justicia” es casi una metafórica hispanizac­ión premeditad­a del “I have a dream” de Martin Luther King, que lo elevó al paredón justiciero, referente actual en el subconscie­nte del discurso político, y aunque duela, de la manipulaci­ón de masas.

El magnicidio supone la revaloriza­ción de la política en la deshumaniz­ación del hombre y la mitificaci­ón del nombre en aras del sustento de una hegemonía amenazada, que también le ha convertido en un purificado­r que limpia, o intenta hacerlo, cualquier descabella­do pasado.

A ojo lejano, también fue catarsis ciudadana, la fisura irreparabl­e de la relación pueblo-gobierno, que sería la antesala de la transición del 2000 y obviamente desencaden­ada en la del 2018, porque desde Colosio se comenzó a buscar y creer al siguiente salvador.

La herencia del tijuanense es para bien del país, la parte dubitativa hacia el grupo en el poder, el que sea, como le llamen, de ahí a que la caducidad de su imagen y la retórica post Lomas Taurinas se extienda como nubarrón de temporal, sin miramiento­s y hasta sin colores.

La herencia del tijuanese es para bien del país, la parte dubitativa hacia el grupo en el poder

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