Milenio Tamaulipas

“Quisiera ser un luchador a ras de lona”

Amante de Chiapas y del deporte del pancracio, el actual subsecreta­rio de Gobernació­n asegura que el chip de político se lo quita cuando dibuja con sus hijos y agradece a su esposa mantenerlo con los pies en la tierra

- I. NAVARRO Y A. VALIENTE CIUDAD DE MÉXICO

Lucharaaá... a dos de tres caídas con límite de un sexenio. En esta esquina: Zoé, El Quetzal, Robledo, y en esta otra, la política más oscura, la del sometimien­to y la corrupción que se daba en la Secretaría de Gobernació­n.

El subsecreta­rio de Gobierno de la Segob se declara fanático de la lucha libre mexicana y del cine nacional, del cual afirma que en películas de trama política, como La ley de Herodes, El infierno y La dictadura perfecta, “la realidad supera a la ficción, ni en los más salvajes sueños de un cineasta se equiparan a lo que ocurre”.

Desde la dependenci­a encargada de la política interior del país, asegura que el chip de político se lo quita cuando dibuja con sus hijos y crea personajes e historias; mientras su mujer es el ancla que evita que se suba al ladrillo de la función pública.

Originario de Chiapas (1979), amante de sus paisajes y comida, acepta que su entidad es el termómetro social del país. En la arena de la cuarta transforma­ción, se define como un luchador de ras de lona, asegura que la pelea de este gobierno será “dignificar la política y dar buenos resultados a la población”.

¿Cómo se define Zoé Robledo? Soy un chiapaneco, aficionado de mi tierra, de mi país, que disfruta de la naturaleza, las cosas simples, el amor de la familia y la posibilida­d de transforma­r las realidades de la política.

¿Qué hace cuando se apaga el chip de político?

La mejor vuelta a la realidad que podemos tener todos es una mujer, una esposa, como Marifer, como yo tengo la fortuna de haberme casado; me hace regresar a la realidad para no creérsela, para no subirse al ladrillo. Estar con mis hijos es algo que valoro, disfrutar con ellos, acompañaro­s en su descubrimi­ento del mundo es algo extraordin­ario, es un privilegio poderlo vivir. Dibujo mucho con ellos, creamos personajes, inventamos historias. Eso es lo que me desconecta más. Pero yo no dejo de lado la política porque todos queremos ofrecerles a nuestros hijos, a los mexicanos del futuro, las mismas condicione­s para que sean felices. La lectura, el béisbol son cosas que hago cada vez menos.

¿Cual es su película favorita? Tengo muchas, mis gustos ahí medio extraños, las cintas de Juan Orol me encanta, este cine medio accidental­mente surrealist­a, además de toda esa época de películas de luchadores. El cine mexicano me parece que tiene un momento extraordin­ario, y no solo porque ahora todas las conversaci­ones llevan a Roma. En verdad creo que desde el año 2000, con Amores perros, que describe una realidad terrible en nuestro país en donde la desigualda­d marca el ritmo de muchas ciudades, pero una favorita quizá es Gangsters contra charros, que de verdad se las recomiendo mucho.

Hablando del cine mexicano, se han hecho muchas películas de crítica a la política ¿Se parece la política real al cine? En la serie de Luis Estrada, desde La dictadura perfecta, La ley de Herodes, El Infierno, que buscan caricaturi­zar hechos políticos, creo que no está mal, pero muchas veces la realidad supera a la ficción, porque ha habido hechos políticos que ni en los más salvajes sueños de un cineasta hubieran podido ocurrir. ¿Por qué le gusta la lucha libre? Porque iba desde niño a las luchas en Tuxtla, mi abuelo Zoé (de ahí viene mi nombre), me llevaba a la Arena Roma y regresaba siempre con un vocabulari­o más amplio a mi casa, cosa que no le gustaba a mi mamá, pero desde entonces me ha encantado esa representa­ción de algo que existe en todas las culturas que es la lucha del bien contra el mal.

¿En qué se parece la lucha libre a la política?

Lo obvio es decir que hay buenos y malos, pero no creo que sea así; hay políticos rudos y técnicos, no sé cómo les dirán a los buenos ahora. Yo creo que las luchas tienen un poco de político y quizá por eso también me gustan.

“Mi abuelo me llevaba a la Arena Roma y regresaba a casa con un vocabulari­o más amplio”

Hay luchadores a ras de lona, unos que son pura pose, voladores ¿Usted qué tipo de luchador sería?

De ras de lona, los de llaves, los que buscan de manera creativa y con movimiento­s y un conocimien­to extraordin­ario de la anatomía humana cómo vencer. Pero sí, es lo que a mí más me gusta, porque además la tradición de la lucha mexicana estaba ahí, en la lucha a ras de lona.

¿Y cómo se llamaría?

El Quetzal, como el ave y deidad maya. Algo así. Creo que llamándome Zoé no necesito nombre artístico.

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OMAR FRANCO El funcionari­o dice que por ahora lee el libro Yo, Julia, de Santiago Posteguill­o.
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¿Tiene una película favorita? Gansters contra charros, de Juan Orol, es muy recomendab­le.

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