¡Ay, mis Chivas!
Las burlas no paran. No hay ya lugar al que me pueda aparecer, en mi declarada condición de seguidor de Chivas, donde no se me plante enfrente un americanista arrogante —no es redundancia gramatical, señoras y señores, aunque lo parezca, sino un simple adjetivo añadido al término que identifica a ciertos individuos de la especie futbolística nacional— para restregarme en las narices esos dos últimos partidos, el de liga y el de copa, ganados por sendos marcadores (2-0) favorables a los de Coapa.
Es más, ya ni en el coche puedo ir tranquilo. El pasado miércoles, de camino al trabajo, sintonicé el informativo local de José Luis Morales, un correligionario chiva que tengo en estos pagos (Aguascalientes, para mayores señas) y un invitado suyo al programa gruñía que, en efecto, el Guadalajara es “el equipo de México” o el que “nos representa a todos los mexicanos” o el “más nacional de todos”: o sea, que por ser tan autóctonos, tan patrios y tan vernáculos, los de Chivas van a jugar, en un futuro cercanísimo o no tan lejano, en Zacatepec, en Oaxaca, en Zacatecas y en Celaya.
Dignísimos rivales, desde luego, los Alebrijes, los Mineros, los Cimarrones, los Cafetaleros, los Leones Negros y los Correcaminos. Pero, caramba, hay niveles. Hay jerarquías. Hay clases futbolísticas. Hay una historia, también, y hay una camiseta cuyos colores, con perdón, no se pueden —ni deben— exhibir en cualquier cancha. Digo…
Pero, al mismo tiempo, las cosas son lo que son: y esas Chivas mías se han derrumbado estrepitosamente hasta figurar en los últimos lugares de la mentada tabla porcentual (de pronto, ese sistema que tanto he denostado y censurado y rebajado en estas líneas se me aparece como lo que es, como una fórmula providencial para no exponer crudamente las miserias de los “grandes” equipos —ja, ja— y preservarlos del castigo mayor que les cae encima a los perdedores en otras competiciones, de incuestionable inflexibilidad, como la Liga española y otras de equivalente rigidez).
Arremetía yo, hace un par de columnas, contra Florentino Pérez, primerísimo causante, a mi entender, de los males que aquejan al Madrid. Le tocaría, ahora, a Jorge Vergara. Pero, se me acabó el espacio, oigan…