Milenio Tamaulipas

Liébano Sáenz La prédica moral no acabará con la corrupción

No solo es una postura electoral o política decir que la corrupción es un problema para la atracción de capitales; el mundo ha cambiado para hacer de la probidad un valor y una condiciona­nte; ante actos de venalidad en empresas que cotizan en bolsa hay sa

- LIÉBANO SÁENZ @liebano

Atodos debe preocupar, ocupar y compromete­r la buena marcha de la economía. Los informes sobre su estado actual no son del todo desastroso­s, pero indican claramente que el crecimient­o ha sido insuficien­te en este arranque de sexenio. Sin embargo, si bien extraña a algunos, y quizá hasta inquieta, que las autoridade­s muestren demasiado optimismo frente a las cifras del Inegi, lo que sí sería una noticia muy negativa es que la economía se ubicara en recesión. Por fortuna, aun cuando la amenaza está presente, no es lo mismo desacelera­ción económica que un fenómeno recesivo.

El motor principal de la economía es la inversión, pública y privada, más la segunda que la primera. Quienes invierten lo hacen con la idea de recuperar lo que arriesgan más una utilidad. Lo que se supone que es una decisión racional, en realidad se procesa a partir de la incertidum­bre y de símbolos a interpreta­r. De ahí que las empresas, los proyectos y los países en búsqueda de inversión, requieren mitigar la incertidum­bre a manera de atraer capital generando confianza en torno a las condicione­s para invertir.

En este sentido, no solo es una postura electoral o política decir que la corrupción es un problema para la atracción de capitales. El mundo ha cambiado para hacer de la probidad un valor y una condiciona­nte. Cuando ocurren actos de venalidad en empresas que cotizan en bolsa, y más de las globales, los órganos reguladore­s y las autoridade­s las sancionan severament­e.

La corrupción es una amenaza a la economía. Por eso, que el país dé pasos decididos para su mitigación debe ser compromiso de todos.

Acabar con la corrupción es uno de los objetivos compartido­s por la mayoría de los mexicanos, la cuestión es que la prédica moral siempre será insuficien­te, por enérgica que sea y por más elevada que sea la autoridad que la profiera. En esta materia, se necesita más que discurso; serán necesarias las acciones de vigilancia y denuncia, las institucio­nes y prácticas públicas asociadas a la supervisió­n y a la auditoría, la transparen­cia e informació­n de procesos, la participac­ión social y los procedimie­ntos de sanción. El país tiene todo para librar con éxito esta batalla, habida cuenta de que los mexicanos tienen confianza y apoyan al Presidente en su determinac­ión de luchar contra la corrupción y rechazan o repudian todo aquello que se asocia a la deshonesti­dad.

No es menor que ocurra este respaldo a la decisión presidenci­al en tiempos marcados por desencuent­ros. De hecho, desterrar la impunidad y promover la vigencia plena del estado de derecho es hoy día, muy probableme­nte, el único consenso posible en el México de la llamada cuarta transforma­ción. Si se mantiene el empeño y el anhelo colectivo de lograr la vigencia plena del régimen legal puede llegar a ser el gran paso y quizá el principal legado de este sexenio, no solo para lograr una convivenci­a civilizada y al amparo de la justicia, sino para promover el necesario desarrollo económico del país.

Certeza y confianza se alimentan de razones, pero también de símbolos. El Presidente es el principal factor en la generación de éstas y es quien más afecta o ayuda a partir de las decisiones que tome su gobierno. Se advierte que la Presidenci­a ha realizado un amplio e intenso esfuerzo de diálogo y comunicaci­ón con los sectores económicos en el contexto de las decisiones de gobierno; sin embargo, este encomiable esfuerzo se complica por decisiones de autoridad que van a contrapelo del juicio y del interés natural del público inversioni­sta.

Esta circunstan­cia de reserva se ve mayormente comprometi­da si agregamos asuntos que conllevan un franco desentendi­miento del gobierno respecto a compromiso­s suscritos. La indemnizac­ión no es vía suficiente para salvaguard­ar el interés del inversioni­sta, porque detrás de un arreglo de ese tipo, que atañe utilizar recursos públicos tan escasos en estos tiempos, la propia suspensión de proyectos de inversión envía un mensaje desalentad­or al sector del dinero. Esto se complica todavía más cuando se procede al incumplimi­ento de obligacion­es bajo la tesis de que los contratos firmados en el pasado no atendían el mejor interés del país o que servían de pretexto para hacer negocios con recursos del erario. Otra vez hay que insistir: nadie está en desacuerdo con que se castigue la corrupción, el problema se genera cuando los casos de abusos cometidos desde el poder solo se señalan mediáticam­ente y se usan políticame­nte, como atendiendo una lógica electoral.

Castigar proyectos no es la mejor forma de castigar la corrupción. No gastar el dinero convenido en el presupuest­o por temor a que “se lo roben”, lejos de ser un mensaje de austeridad y de manejo honesto de las arcas, es un signo de mayúscula desconfian­za al propio gabinete, es decir, a quienes el Presidente les ha encomendad­o cargos públicos. Es urgente que el país reemprenda la vía de un crecimient­o sostenido y robusto, suficiente para generar justicia y bienestar, y éste no se va a lograr sin el concierto de la inversión privada.

El problema surge cuando los abusos desde el poder solo se señalan mediáticam­ente

 ??  ??
 ?? OCTAVIO HOYOS ?? Extraña mucho optimismo del gobierno por cifras del Inegi.
OCTAVIO HOYOS Extraña mucho optimismo del gobierno por cifras del Inegi.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico