Ciudades binacionales
En la frontera con Estados Unidos, el tiempo ha dado un claro triunfo al carácter binacional de las ciudades. Se cultivan y se celebran las diferencias, se hablan dos lenguas, se va y se viene. Quien vive en las zonas del sur de Texas, desde El Paso-Juárez hasta MatamorosBrownsville lo sabe y lo atestigua. Lo ha aprendido.
Compran unas cosas en un lado, otras en el otro lado. Hay alumnos que viven en la parte mexicana y cruzan la frontera todos los días, con refrigerio y todo, para ir a la escuela. Por la tarde regresan quizá con algún amiguito, invitado a comer, cuyos padres cruzarán el puente después para llevarlo a su casa de regreso o tal vez pasará la noche en la casa de sus abuelos que viven de ese lado. Hay mamás que regresan a media mañana a llevarle al hijo el uniforme deportivo olvidado y llegan a alguna tienda, al fin que a esa hora pasar el puente ya no es tan lento. Hay estadunidenses que pasan con su familia en busca de tratamiento médico más accesible, odontológico ante todo, y van y vienen durante todo el periodo de tratamiento. O van de fiesta, a cenar y tomar cerveza. Y hay mexicanos y mexicanas que cruzan cada día a su trabajo y el sábado vuelven a ir por las compras o de visita con los amigos. Más que personas que cruzan de una ciudad a otra, se trata de una sola ciudad cruzada por una frontera.
De esa zona sur han salido casi todos los apellidos hispanos que pueblan la Texas House of Representatives; entre sus 150 miembros, uno se encuentra con apellidos como Bernal, Blanco, Canales, Cortez, Dominguez, Fierro, González, Guerra, Guillén, Gutiérrez, Hernández, Herrero, Hinojosa, Longoria, López, Lozano, Lucio, Martínez, Meza, Morales, Muñoz, Nevárez, Ortega, Pacheco, Pérez, Ramos, Rodríguez, Romero... O, en menor proporción, los Alvarado, Flores, Hinojosa, Menéndez, Lucio o Rodríguez que forman parte del pequeño Senado local.
El tema es que la frontera es por definición diversa y para muchos hablar ahora de “invasión” es idiota. Y sí, va ganando el aprendizaje de la diversidad, donde se aceptan, se acercan y se disfrutan las a veces muy grandes diferencias culturales.
Pero este aprendizaje, iniciado desde la fundación en 1659 de la Misión de nuestra señora de Guadalupe de Mansos del Paso del Río del Norte, no lo abarca todo en esta larga y compleja frontera y mucho menos en el resto de Texas. La misma historia, también cruzada de idas y vueltas, ha dejado veneros de racismo, particularmente de white supremacism, al que el discurso oficial da una y otra vez, como ahora, la oportunidad de brotar con formas de odio y violencia.
Como ha comentado Beto O’Rourke, precandidato presidencial y ex legislador demócrata de El Paso, muchos de los problemas que Estados Unidos no logra resolver o entender se terminan desviando hacia la frontera sur.
Tras el tiroteo se apersonó en el lado mexicano, invitado al funeral de una de las víctimas. “Es un honor estar en Ciudad Juárez —tuiteó—, para darle mis condolencias al gobernador Corral, al alcalde Cabada y a todos los que viven en la mitad mexicana de nuestra comunidad binacional. Hemos respondido al odio con amor y nuestras comunidades están más fuertes y unidas que antes”.
Pequeña diferencia.
La frontera es por definición diversa y para muchos hablar ahora de “invasión” es idiota