Milenio Tamaulipas

Regreso a Montesquie­u

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

En esta época de confusión ideológica, nada como regresar a los clásicos. Uno de ellos, central en el pensamient­o de la Revolución francesa, que luego se extendió a buena parte del mundo, es el de Montesquie­u. Su defensa de la división de poderes y de la autonomía del poder judicial lo convierte en una lectura indispensa­ble el día de hoy. Decía Montesquie­u, por ejemplo, que “hay tres especies de gobiernos: el REPUBLICAN­O, el MONÁRQUICO y el DESPÓTICO… el gobierno republican­o es aquel en que el pueblo como cuerpo, o una parte del pueblo, tiene el poder soberano; el monárquico es aquel en que uno solo gobierna, pero con leyes fijas y establecid­as; mientras que en el despótico uno solo, sin ley y sin regla, lleva todo por su voluntad y sus caprichos.” Perdón, pero este párrafo inicial de la obra de Montesquie­u Del espíritu de las leyes, me condujo inevitable­mente a pensar en qué tan cerca estamos de un gobierno despótico, donde prácticame­nte uno solo gobierna, pero sin el control de las leyes o de las reglas y todo, o una buena parte, se realiza por su voluntad y caprichos.

Montesquie­u también señala que cada uno de estos gobiernos tiene una naturaleza propia y un principio, que es lo que le hace obrar. En el caso del gobierno popular, además de la fuerza de las leyes y la fuerza del príncipe, se requiere un recurso esencial, que es el de la virtud. Por lo mismo, “cuando en un gobierno popular las leyes dejan de ser ejecutadas, como ello no puede venir más que de la corrupción de la república, el Estado ya está perdido”. Por su lado, el gobierno despótico tiene su propio principio que le hace obrar: el temor, precisamen­te porque “en los gobiernos despóticos, la naturaleza misma del gobierno exige una obediencia extrema; y la voluntad del príncipe, una vez conocida, debe tener también infaliblem­ente su efecto, como una bola lanzada contra otra debe tener el suyo”. Me pregunto si el sentido de las conferenci­as mañaneras cumple ese doble propósito: expresar la voluntad del príncipe y exigir, a través del temor, una obediencia extrema. Lo hemos visto en muchas ocasiones: todo aquel que se atreve a disentir es cesado o reprimido. El que no se somete, es sujeto de ataques o de persecució­n. El temor se extiende. Por lo mismo, vienen al caso las expresione­s de Montesquie­u respecto a la autonomía de los poderes: “Cuando el poder legislativ­o y el poder ejecutivo se reúnen en la misma persona o el mismo cuerpo, no hay libertad… No hay libertad si el poder de juzgar no está separado del poder legislativ­o y del poder ejecutivo”.

Están clarísimos los riesgos que una sujeción del poder judicial, respecto a cualquiera de los otros dos poderes, tendría para las libertades en el país. Y, sin embargo, vemos cómo hay la tentación de subordinar al poder judicial para convertirl­o en un instrument­o de su propia interpreta­ción de la ley, de su propio revanchism­o o de su propia idea de lo que debe ser la justicia. Montesquie­u vivió en la época en la que las monarquías eran absolutas, pero eso no le impidió advertir sobre el peligro del despotismo, basado en el temor. Claro, dirán algunos, era un fifí.

Leer al filósofo francés me hace pensar qué tan cerca estamos de un gobierno despótico

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico