Milenio Tamaulipas

Más de Carlos y Rosario

Hubo una época en que las cosas eran distintas. Rosario y Ahumada viajaban en el avión particular del empresario por el mundo y se comían a dentellada­s los frutos de la pasión, oh, sí...

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com

Repantigad­o en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil cavilaba: todo origen contiene su porvenir. Aigoeei, ¿cómo lo ven a Gamés en plan de sentencia? Gilga insistió y repasó sus artículos dedicados a Rosario y Carlos escritos en el pasado y encontró más pretérito y más futuro. Gil no sabe si la pasión termina siempre en la cárcel. Lean, por piedad:

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Según una nota de su periódico La Jornada, un juez federal en materia civil de la Ciudad de México emplazó por medio de edictos a Rosario Robles Berlanga, secretaria de Desarrollo Social, para que en un plazo de 84 días hábiles conteste y se defienda de la demanda mercantil por 520 millones de pesos. Según Ahumada, de sus cuentas bancarias y sus empresas salieron 400 millones de pesos que exige se le paguen, más los intereses. Adiós al amor.

El empresario fullero se dio cuenta que el asunto de los dineros y los contratos no prosperaba. Era el año de 2003. Si Gil no mal recuerda, Ahumada había decidido grabar a los personajes del perredismo que pasaban por sus oficinas para protegerse de los embates de Liópez.

Gil imagina este diálogo: que dice el licenciado Salinas que aquí te manda este libro con citas de Mao; te invito, vamos a verlo a Londres. El relato completo de ese episodio puede leerse en una obra miserable que Gilga conserva: Derecho de réplica, publicado por Grijalbo en el año 2009. Ahumada decidió grabar a Rosario Robles. Cuenta esto el honorable Ahumada Kurtz: “Al terminar la primera grabación, creo que ella percibió algo y me dijo: ‘Oye, pareces Ministerio Público. No me grabaste, ¿verdad? Me levanté. Nada más me sonreí, porque lamentable­mente sí lo había hecho”. Gamés se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y caviló: he aquí a un miserable.

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Cuenta Ahumada que cuando Salinas vio el video de Bejarano recibiendo el maletín y metiéndose fajos de billetes en las bolsas del saco, “le brillaban los ojos y sonreía. Dijo algo así como: ‘Es muy, muy duro, devastador. Con esto están acabados”. Gilga considera que en efecto, no le faltaba razón al ex presidente: fue devastador, pero no los acabó, ni de lejos.

Una paloma triste se instaló en la cabeza de Gil y le trajo un vago desaliento cuando leyó en su periódico El Universal que Rosario Robles había demandado al empresario Carlos Ahumada.

La secretaria de Desarrollo Social denunció ante el Ministerio Público Federal

a Carlos Agustín Ahumada Kurtz por los delitos de extorsión, fraude procesal y uso de documentos falsos. El pasado nunca termina de pasar, meditó Gil como si fuera un sabio chino no de la dinastía Ming, sino de Luis Moya y Dolores, allá en el centro de la Ciudad de México.

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Como consecuenc­ia (co-co) de esta denuncia, la Procuradur­ía General de la República le pidió a la jueza Edith Alarcón suspender la acción de embargo de prerrogati­vas y cuentas bancarias al PRD.

Ahumada y los suyos le habían informado a Rosario Robles que el hombre que un día fue su media naranja, o como se diga, le reclamaba, a través del fideicomis­o Justicia y Verdad (no es chiste, así se llama ese fideicomis­o) una deuda de 200 millones de pesos, más intereses generados en 11 años y pagos de tribunales argentinos (520 millones de pesos) contraída con Ahumada en 2003. Ah, la política ha enturbiado el recuerdo del amor, oh, sí.

Hubo una época en que las cosas eran distintas. Rosario y Ahumada viajaban en el avión particular del empresario por el mundo y se comían a dentellada­s los frutos de la pasión, oh, sí. Te voy a llevar a Río de Janeiro, Chiqui. Ay, Carlos tú siempre tan espléndido, pero contigo prefiero un paseo por las nubes. Mientrasta­nto, Ramón Sosa montes iba y venía por la ciudad como cupido motorizado a bordo de la camioneta que le regaló Ahumada.

Bejarano había aparecido en cadena nacional recibiendo un maletín de dinero, Carlos Imaz se llevaba el dinero en una bolsa del súper, Ponce jugaba en el hotel Bellacchio de Las Vegas y Liópez gritaba al mundo que se trataba de un complot, en fin, lo que se llama una familia armónica, bien plantada.

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Todo es muy raro, caracho, como diría Noel Clarasó: “El amor es ciego, pero los vecinos no”.

Una paloma triste se instaló en Gil cuando leyó que Robles había demandado a Ahumada

Gil s’en va

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