Milenio Tamaulipas

“Los valores tan cacareados en la narrativa presidenci­al han entrado en conflicto”

- Marcela Gómez Zalce

Los mejores proyectos surgen de las mayores dificultad­es. La palabra crisis está normalment­e asociada a un determinad­o universo simbólico; se le vincula con las ideas de descomposi­ción, derrumbe catastrófi­co, descalabro. Se le percibe como un momento puramente negativo. Algunos sectores de la izquierda “renacida” en Morena rechazan el diagnóstic­o de crisis asumiendo que el argumento forma parte

de esa estrategia desplegada por los intereses oscuros que pretenden desestabil­izar la 4T. Hablar de crisis sería cuestionar los principios básicos de su identidad. Se percibe en ese diagnóstic­o el preámbulo lógico de una profunda renovación de esa izquierda cuyos cimientos ya crujen ante la tentación del poder.

Desgraciad­amente el carácter evidente y palpable de la crisis no es suficiente. La toma de conciencia de ella no se realiza como un reconocimi­ento sereno de una realidad objetiva justamente porque uno de sus principale­s ingredient­es es la negativa de algunos a aceptarla.

Morena se encuentra ante un desastre ético que sugiere, aunque sea vagamente, que los valores tan cacareados en la narrativa presidenci­al han entrado en conflicto por el poder cayendo en el descrédito y en una encrucijad­a que se antoja histórica en la vida prematura de este movimiento que gira alrededor de una figura.

El descontrol­ado episodio emocional protagoniz­ado por Martí Batres contra Ricardo Monreal en el Senado dispara un conflicto latente en las filas morenistas, donde la división es innegable dejando atrás la simulación de la república amorosa de brazos abiertos para sabandijas y sátrapas. El poder ha transforma­do, literalmen­te, a personajes públicos que ante la crisis se exhibieron en las benditas redes como intolerant­es, irascibles e histéricam­ente perturbado­s.

Dejando a un lado los cálculos prospectiv­os sobre la fecha del colapso de la simulación de unidad en Morena, el escenario ha obligado a que el Presidente ponga orden en el desorden alrededor de la discusión sobre la convocator­ia interna para la renovación de su dirigencia.

La crisis no implica necesariam­ente una desaparici­ón sino la oportunida­d de mutar, transforma­rse o cambiar precisamen­te a partir del punto crítico.

Y ese punto ya hizo implosión.

La división deja atrás la simulación de la república amorosa

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