“Los valores tan cacareados en la narrativa presidencial han entrado en conflicto”
Los mejores proyectos surgen de las mayores dificultades. La palabra crisis está normalmente asociada a un determinado universo simbólico; se le vincula con las ideas de descomposición, derrumbe catastrófico, descalabro. Se le percibe como un momento puramente negativo. Algunos sectores de la izquierda “renacida” en Morena rechazan el diagnóstico de crisis asumiendo que el argumento forma parte
de esa estrategia desplegada por los intereses oscuros que pretenden desestabilizar la 4T. Hablar de crisis sería cuestionar los principios básicos de su identidad. Se percibe en ese diagnóstico el preámbulo lógico de una profunda renovación de esa izquierda cuyos cimientos ya crujen ante la tentación del poder.
Desgraciadamente el carácter evidente y palpable de la crisis no es suficiente. La toma de conciencia de ella no se realiza como un reconocimiento sereno de una realidad objetiva justamente porque uno de sus principales ingredientes es la negativa de algunos a aceptarla.
Morena se encuentra ante un desastre ético que sugiere, aunque sea vagamente, que los valores tan cacareados en la narrativa presidencial han entrado en conflicto por el poder cayendo en el descrédito y en una encrucijada que se antoja histórica en la vida prematura de este movimiento que gira alrededor de una figura.
El descontrolado episodio emocional protagonizado por Martí Batres contra Ricardo Monreal en el Senado dispara un conflicto latente en las filas morenistas, donde la división es innegable dejando atrás la simulación de la república amorosa de brazos abiertos para sabandijas y sátrapas. El poder ha transformado, literalmente, a personajes públicos que ante la crisis se exhibieron en las benditas redes como intolerantes, irascibles e histéricamente perturbados.
Dejando a un lado los cálculos prospectivos sobre la fecha del colapso de la simulación de unidad en Morena, el escenario ha obligado a que el Presidente ponga orden en el desorden alrededor de la discusión sobre la convocatoria interna para la renovación de su dirigencia.
La crisis no implica necesariamente una desaparición sino la oportunidad de mutar, transformarse o cambiar precisamente a partir del punto crítico.
Y ese punto ya hizo implosión.
La división deja atrás la simulación de la república amorosa