Milenio Tamaulipas

Tonificar

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com @RPerezGay

Las caminadora­s han evoluciona­do. Estas máquinas de banda infinita donde uno marcha o corre sin moverse de lugar han sido tocadas por la ciencia. Usted pulsa un botón y en la pantalla aparece una variedad impresiona­nte de ejercicios, como planes de estudio pero para el cuerpo. La máquina propone con autonomía rondas cardiovasc­ulares de intervalos, uno a uno, uno a tres, o cuatro. No me obliguen a explicarle­s

los intervalos porque carezco de conocimien­tos y espacio suficiente, pero sientes que te caes fulminado por un infarto.

Nunca corrí. Siempre me pareció tiránico, un maltrato innecesari­o para el cuerpo. Lo mío, lo mío, es el agua. Desde hace muchos años nado en aguas cloradas de albercas techadas. La ambición todo lo destruye, un entrenador que me quiere bien pero me aconseja mal me dijo que debería hacer cardio y fuerza en el gimnasio. Así llegué a la banda de la caminadora de última generación.

Les juro que no toqué nada raro: prendí la máquina y la pantalla lanzó el ucase: tonificaci­ón de glúteos. Dije para mis adentros: no me vendrían mal, digo, nunca sobran. No sé en qué estaba pensando.

La rutina era de muerte. La pantalla marcaba unas líneas que subían y bajaban, como si viéramos el acuerdo presidenci­al. Trote en subida 5 puntos, una contraesca­rpa pronunciad­a durante largos minutos. Luego descanso en una subida menos mortal, pero tampoco un día de campo. Y así la máquina me obligaba a esfuerzos sobrehuman­os. Fabriqué una analogía de dos pesos: la vida es como subirse a una caminadora, nos agotamos y nunca vamos a ninguna parte, la fuerza se nos acaba y seguimos en el mismo lugar.

No renuncié. No sé si he dicho que dentro de mí hay un policía alemán. Vas y haces esto, regresas y haces esto otro, no has terminado, ya te tardaste. Ya sé que nadie termina nunca nada, pero el germano es inexorable. Terminé la rutina exhausto y sin notar cambio alguno en mi anatomía.

Después de la ducha, el policía alemán me exigió rapidez, el día venía muy pesado y las horas vuelan. Cuando salí del Sport City me dolía la rodilla derecha. En la tarde empecé a cojear notoriamen­te. Así empezó la decadencia de Occidente. El idiota de Spengler dividió el ciclo vital de las culturas: juventud, crecimient­o, florecimie­nto y decadencia. Búrlense.

Nunca corrí. Siempre me pareció un maltrato innecesari­o al cuerpo

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico