Milenio Tamaulipas

NL, 2003. La noche que Gabo bailó cumbia regia

- GUSTAVO MENDOZA LEMUS

Tras una cena de gala en el Museo de Arte Contemporá­neo (Marco) de Monterrey, los primeros acordes de la “Cumbia sampuesana” hicieron levantar como un resorte al Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.

Al fondo, en un sencillo escenario, el multifacét­ico Celso Piña y su Ronda Bogotá ofrecían un miniconcie­rto para deleite del autor de Cien años de soledad, quien no dudó en ofrecer sus mejores pasos junto a Mercedes Barcha, su esposa.

El llamado Rebelde del acordeón no fue ajeno a la escena cultural de Monterrey, Nuevo León. Fueron diversos los contactos con el escritor Gabriel García Márquez, en sus visitas con la Fundación Nuevo Periodismo Iberoameri­cano (FNPI), auspiciada­s por Cemex en la Sultana del Norte.

La cena de septiembre de 2003 fue significat­iva porque el regiomonta­no logró lo impensable: llevar la música vallenato o “colombiana”, como se le dice en Monterrey, a un espacio solemne como lo era entonces el Marco.

Tras la “Cumbia Sampuesana” siguieron otros de sus clásicos como “Macondo” y “Hasta siempre comandante”, una anécdota que Celso recordaba cada que podía. “Podría decir que me enseñé a leer con Cien años de soledad”, dijo en más de una ocasión Piña, al preguntarl­e sobre su relación con García Márquez.

En 2008, durante la última visita del Gabo a Monterrey, éste se quedó esperando su concierto al cancelar Celso de último minuto.

Velada con Botero

En el patio central de Palacio de Gobierno de Nuevo León, el gobernador Natividad González Parás brindaba una cena de honor al pintor y escultor colombiano Fernando Botero.

Ahí, el oriundo de la colonia Nuevo Repueblo, ofreció sus acordes para el artista colombiano, quien visitó en 2008 Monterrey para inaugurar la exposición Abu Ghraib.

Solo con su acordeón en mano, Celso le ofreció las canciones “Si mañana” y la preferida “Cumbia Sampuesana” logrando que el escultor antioqueño le dedicara un agradecimi­ento.

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