Poeta con mayúscula
Ahora que es tan fácil lla Amarle poeta a quien quizá sea no más que mayúsculo cantante o mayestático cantautor y ahora que que el ministerio de la poesía ha recubierto su misterio con el rigor y seriedad con el que debemos —sus lectores— honrar a los Poetas de de veras, los que llevan la mayúscula en la pulcra perfección de un verso y en la pedagogía sin pedanterías de su magisterio en ensayos y conferencias y ahora que han anunciado el merecido Premio FIL 2019 para David Huerta quiero repetir — con todo lo que implica y contrato do lo que inventen—que finco mi admiración en David Huerta y su obra principalmente por vía del afecto y la gratitud.
Habrá quien insinúe que debería exponer mi admiración estrictamente literaria, medir endecasílabos de sus versos y establecer vasos comunicantes entre su lírica y las mejores líneas del Siglo de Oro, pero no soy poeta y tan solo podré ensayar aquí la electricidad emocional que me suscitan sus versos, el regusto por encontrarme de pronto con en silencio, sincronizadas perfectamente con algunos sentimientos que suelen acecharme en las madrugadas. David Huerta es poeta de afectos que se entrecruzan con el privilegio de su amistad; y para apuntalar más lo inexplicable, quizás alguien entienda que converso más y mejor con él al leerlo que en los pocos momentos en que lo leo en persona.
David Huerta se me ha aparecido de carne y hueso en momentos o instantes cruciales del diario vivir, en nudos circunstanciales que parecían insalvables y pequeñasles quesease mejan al despertar. No puedo ni quiero explicar científicamente el cómo, pero que conste que David me ha salvado la vida en por lo menos dos ocasiones y hay testigos que lo avalan. Mi admiración por sus versos y susconferencias y charlas trazan una suerte de urbanidad que han confeccionado en mi mente: hablo de ciudades y de cosas, nombres y ánimos plenamente identificables que me son transitables como quien pasea por párrafos, e incluso como si los recorriera en coche, mas no de versos con sílabas inexplicables o metáforas inexpugnables. Sin ser crítico profesional ni pretender serlo a firmo que la poesía de David Huerta se lee como quien se mira las palmas de las manos y quien contempla las fachadas de entrañables edificios, mas no como quien divaga en paisajes verbales, etéreos e inaccesibles.
Tan ha sido capaz David Huerta de hacerme sentir más que lector, alejado o anónimo, como habitante de una intimidad intrínseca a
sus versos que siento, y me atrevo a asentarlo aquí, que David Huerta es un historiador en el mejor sentido de la vocación que supuestamente profeso. Lo insinúa en su poema “El investigador”, allí donde dice que Levantaba legajos y en los labios/ del polvo reunía datos reveladores/ sobre pasados recónditos o deslumbrantes… Es él, y somos, el que Rebuscaba y desenterraba todo/ en copretérito y archivo de andadura zombie ,/ debajo de amontonamientos inflamados/ y fugacidades registradas con números y letras… Él, el investigador, nosotros y ellos que Entraba el tiempo, en sus biombos y sus alveolos/ investigando y asomándoseen tersos gerundios/ sobre las terraza s de los siglos, adivinando ,/ en fin, su propio destino, la deriva de esa gota de ámbar… Somos, soy, es el Investigador, es Da vid Huerta el que puede recobrar se/ y desplegarse en una ceremonia privada, pero no por eso/ menos intensa en el corazón del investigador,/ cautivo de las noches y del conocimiento.
En esa mancha del espejo que a veces es el mundo, celebro desde hoy y desde siempre la epifanía de andar tras una clara sombra que me salva, callada cátedra de un sabio y herencia del mínimo poema que ya no se pronunciaba en labios callados sino que se escribía en pequeños papeles al habla. En este planeta que se dibuja en la ventana celebro caminar leyendo todo lo que habla el Poeta con mayúsculas y confirmar que David Huerta es cronista del alma, testigo y partícipe de sentimientos que son universales, sobreviviente de naufragios, caminante de un sendero de luz con el que he compartido muchos siglos memorables contenidos en pocos minutos. Es mi amigo y, evidentemente, no alcanzaron estas páginas para intentar saldar las muchas gratitud es que le debo ni para esbozar debidamente el inmenso afecto que le profeso.