Las lecciones que deja El Gil
Ha comenzado la cacería de brujas. Gildardo López Astudillo, alias El Gil, ha sido absuelto en su juicio por su participación en el secuestro de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en septiembre de 2014 en Iguala; 81 pruebas de la Fiscalía fueron obtenidas de manera ilegal, dice el juez. El resto de la evidencia no fue suficiente para declararlo culpable.
Como suele suceder en estos tiempos ahora todo mundo quiere investigar a los jueces, los ministerios públicos, los investigadores. En fin, ahogado el niño…
Aunque el de El Gil es el nombre más escandaloso, el fracaso en los tribunales del caso Iguala lleva años y sus consecuencias al menos 15 meses. Van 44 de los detenidos originales que ya han sido liberados.
Para decirlo con todas sus letras: más allá de libros, discusiones, reportes, miles de artículos, expertos… Aquella versión que conocimos como la verdad histórica ha sido desbaratada en tribunales.
Nos vamos a ocupar en ponerle nombre y apellido a este fracaso, pero creo que será inútil. El asunto es estructural, de un sistema de procuración de justicia devastado del que nadie parece preocuparse.
Este es un asunto de la Fiscalía General, pero anda igual que el resto del país. Hay que echar un ojo al más reciente informe de la organización Impunidad Cero sobre el desempeño de procuradurías y fiscalías estatales:
A escala nacional, la probabilidad de que se denuncie y esclarezca un delito es de 1.3%, ligeramente superior al 1.14% del Índice 2018. Baja California es la entidad con mayor probabilidad de esclarecer un delito (3.4%), mientras que Guerrero es la de menor probabilidad (0.2%).
Frente a este desastre, la solución más discernible de este gobierno ha sido aumentar el catálogo de penas que merecen la prisión preventiva oficiosa. Me explico: meter a mucha gente a prisión, a pesar de no habérseles probado nada, crea una falsa sensación de “seguridad”. Pura percepción. De hecho, ya están aumentando el número de encarcelados.
Nada tiene esto que ver con la justicia ni el estado de derecho, por cierto.
Lo de El Gil provocará que nos engolosinemos con nombres propios y todo quedará igual.
Es estructural, de un aparato abandonado hace muchos años.
El mal es estructural, de un aparato abandonado hace muchos años