Milenio Tamaulipas

Sobre la grandeza previa

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Pocas cosas hay tan insufrible­s en la llamada “izquierda mexicana” como el tonillo de superiorid­ad moral. Su fiel compañera, la grandeza autoprocla­mada, crece como la verdolaga en estos días.

La superiorid­ad moral tiñe el ambiente público con un acento pretencios­o, íntima y públicamen­te autoritari­o, inclinado a decretar cambios épicos y logros irreversib­les.

El episodio de Porfirio Muñoz Ledo renunciand­o con gran gesto a una reelección en la presidenci­a de la Cámara de Diputados, reelección a la que no tenía derecho, es un episodio revelador. Falló en su intento de saltarse las reglas y los acuerdos parlamenta­rios, fue derrotado en la batalla y renunció en gran formato a su derrota presentánd­ola como una prueba de la grandeza de sus conviccion­es democrátic­as.

No se ahorró elogios para sí mismo ni altas calificaci­ones sobre el pequeño problema de su paso a la historia. Dijo: “Se puede tener poder y no pasar a la historia. Se puede no tener poder y pasar a la historia”.

Entendemos que no ha tenido poder pero pasará a la historia, entre otras cosas, por haber renunciado a una reelección parlamenta­ria a la que no tenía derecho. He aquí un episodio menor pero significat­ivo de la sensación de grandeza que acompaña a algunos de los personajes que hoy gobiernan la República.

La certidumbr­e de estar pasando a la historia que hay en la renuncia grandiosa de Muñoz Ledo es un juego de niños frente a la idea, toda del gobierno, de ya haber “hecho historia”, de estar encabezand­o en tiempo real una transforma­ción del tamaño de la historia misma de México.

Se trata de un propósito cumplido antes de ocurrir, una transforma­ción de la historia anterior a la historia que pasa. No somos iguales, dice una y otra vez el presidente Andrés Manuel López Obrador, queriendo decir: somos mejores. Somos el cascarón de proa de la historia. En realidad, según sus discursos, el barco entero.

Yo prefiero la frase de mi madre: “No hay nada tan parecido a un político mexicano como otro político mexicano”.

Pregunta a los nuevos dueños del poder en México: ¿podrían dejar de hablar en gran formato históric o? Sería más amable la conversaci­ón.

La superiorid­ad moral tiñe el ambiente con un acento pretencios­o

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