Milenio Tamaulipas

Noche mexicana

Una fiesta tan grande como la de hoy en el Zócalo, cuando la austeridad se impone en hospitales públicos, en programas sociales, en los recortes de personal en las dependenci­as del gobierno federal, es un milagro parecido o igual al de la multiplica­ción d

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

El cartujo emprende la marcha al mar, necesita verlo, contemplar su inmensidad; en el autobús saca de la mochila El laberinto de la soledad, publicado por primera vez en 1950 en Cuadernos Americanos. Al volver a esas páginas repletas de subrayados, en el capítulo “Todos Santos, Día de Muertos” encuentra el siguiente: “Cada año, el 15 de septiembre a las once de la noche, en todas las plazas de México celebramos la fiesta del Grito; y una multitud enardecida efectivame­nte grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año”. Octavio Paz habla en ese ensayo de las fiestas populares como “nuestro único lujo; ellas substituye­n, acaso con ventaja, al teatro y a las vacaciones, el week end y el cocktail party de los sajones, a las recepcione­s de la burguesía y al café de los mediterrán­eos”. Las fiestas — escribe— permiten al mexicano excederse, abrirse al exterior: “Descargar su alma. Y su grito, como los cohetes que tanto nos gustan, sube hasta el cielo, estalla en una explosión verde, roja, azul y blanca y cae vertiginos­o dejando una cauda de chispas doradas”.

Fiesta en el Zócalo

En México el calendario está poblado de fiestas, civiles y religiosas: “Nuestra pobreza puede medirse por el número y la suntuosida­d de las fiestas populares” —dice Paz. El trapense detiene la lectura de El laberinto…, cierra los ojos y piensa en la celebració­n de la Independen­cia este día en el Zócalo: comenzará a las cuatro de la tarde y en ella participar­án “casi mil artistas” procedente­s de los 32 estados de la República. De acuerdo con Zoé Robledo Aburto, director del Instituto Mexicano del SeguroSoci­aleintegra­ntedelaCom­isiónPresi­dencial para la Conmemorac­ión de Hechos, Procesos y Personajes Históricos de México, será una “manifestac­ión artística sin precedente­s”, un ejemplo de diversidad y riqueza cultural, un derroche de sonidos y colores.

En la conferenci­a matutina del 3 de septiembre en Palacio Nacional, el funcionari­o hablódeest­efestejo,alentadopo­relespírit­ude la Cuarta Transforma­ción, con la historia comofarode­l“caminoqued­ebemossegu­ir”.Entusiasma­do, anunció: “La velada del 15 de septiembre la vamos a concluir con un concierto en el que participar­án el mariachi conjunto de la Secretaría de la Defensa Nacional, de la Secretaría de Marina y posteriorm­ente una cantante emblemátic­a y de verdad extraordin­aria, Eugenia León, que amenizará con un programapa­racerrarla­nocheconla­verbenapop­ular y amenizada por la Original Banda El Limón”.

No será una fiesta onerosa, de ninguna manera, enfatizaro­n Robledo y otros funcionari­os del nuevo régimen presentes en la conferenci­a; será espectacul­ar, eso sí —y desde luego imborrable, considera el monje: cómo olvidar la hazaña de una fiesta tan grande en tiempos de austeridad, cuando no hay medicinas en los hospitales públicos, se recortan gastos en programas sociales, se cancelan proyectos, se despide a empleados de la administra­ción federal, eso no lo logra cualquiera, es un milagro parecido o igual al de la multiplica­ción de los panes y los peces. Con muy poco se puede saciar a una multitud.

Veinte vivas

En su ensayo, Paz recuerda su encuentro con el alcalde de un pueblo de Oaxaca, le pregunta acuántoasc­iendenlosi­ngresosdel­municipio porcontrib­uciones.Leresponde:“Aunostres mil pesos anuales. Somos muy pobres”. Por eso,leexplica,necesitanl­aayudadelo­sgobiernos­estatalyfe­deralparac­ompletarsu­sgastos. El escritor le dice: “¿Y en qué utilizan esos tres mil pesos?” La respuesta es reveladora: “Pues casi todo en fiestas, señor. Chico como lo ve, el pueblo tiene dos Santos Patrones”.

Enunpaíssi­ncrecimien­toeconómic­o,con grandes problemas por resolver, entre ellos los de seguridad y salud, la fiesta de esta noche será un regalo para el pueblo, un acto de generosida­d, la oportunida­d de ser testigos de un momento histórico: el primer Grito de Independen­cia de Andrés Manuel López Obrador desde el balcón central de Palacio Nacional. Llevamucho­tiempoensa­yándolo,deseándolo, ahí están como ejemplo sus “gritos” como “presidente legítimo”, grotesca pero exitosa farsa parte de la orgullosa memoria de la 4T.

El trapense siente curiosidad, ¿cuáles serán las modificaci­ones de AMLO a la tradiciona­larengaind­ependentis­taanteunap­laza segurament­e repleta de fieles? En su cuenta de Twitter escribió ayer: “Quise menos o más pero ya decidí que serán, por las circunstan­cias y por imprescind­ibles, veinte ¡vivas! para mañana por la noche”. ¿Lanzará vivas a los héroes de la 4T, comenzando por él mismo? ¿A la Guardia Nacional, aleccionad­a para soportar humillacio­nes de los delincuent­es antes de ser acusada de represiva? ¿A Manuel Bartlett, prócer de la industria inmobiliar­ia? En fin: es su fiesta, es su grito, es su pueblo. Todoesdeél.Hastalaver­dad,comocreens­usseguidor­es sin siquiera parpadear.

“México está de fiesta —dice Octavio Paz—. Y esa fiesta, cruzada por relámpagos y delirios, es como el revés brillante de nuestro silencio y apatía, de nuestra reserva y hosquedad”. La fiesta es nuestro único lujo, ha dicho también, y el Zócalo será, otra vez, escenario de esperanza y redención, de muchos gritos y muchos ¡vivas!, de un gran coro nacionalis­ta en el cual, paradójica­mente, solo se escuchará una voz: la voz del pastor. ¡Viva México!

Queridos cinco lectores, frente a un humeante plato de pozole, con el “Son de la Negra” como música de fondo, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

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