Milenio Tamaulipas

Los legislador­es en su laberinto

- SERGIO LÓPEZ AYLLÓN Y JOSÉ ANTONIO CABALLERO*

El martes 10 de septiembre, el Senado de la República aprobó reformas a diversos artículos del Código Penal Federal, el Código Fiscal de la Federación, la Ley Federal contra la Delincuenc­ia Organizada y la Ley de Seguridad Nacional. Si bien las reformas deben ser aún aprobadas por la Cámara de Diputados, lo inusitado de las medidas propuestas obligan a una reflexión.

La reforma pretende incorporar los delitos de defraudaci­ón fiscal y uso de facturas apócrifas al régimen de delincuenc­ia organizada. Además, se les considera como “amenazas a la seguridad nacional”. Con todo ello, los imputados tendrán prisión preventiva oficiosa. Así se elude reformar de nuevo el artículo 19 constituci­onal.

Sin duda existe desde hace tiempo un problema grave de defraudaci­ón fiscal. El uso de facturas falsas es un negocio que ha beneficiad­o indebidame­nte a muchos y urge revertirlo. El problema es la retórica que acompaña las reformas, pues de nueva cuenta se recurre a medidas punitivas extremas, como si estas fueran una medicina efectiva contra el mal.

El dictamen pretende justificar la reforma con referencia­s a estudios que discuten generalida­des sobre los problemas de la evasión fiscal. No hay análisis alguno sobre las razones por las que el régimen actual no opera debidament­e. Así, a pesar de años de una política de endurecimi­ento de los procesos de fiscalizac­ión de los contribuye­ntes, y de la benevolenc­ia de los tribunales federales con la autoridad fiscal, los resultados no se han visto. El problema permanece. ¿Otra reforma lo va a resolver?

El régimen de excepción para enfrentar la delincuenc­ia organizada no es un comodín que puede emplearse en cualquier circunstan­cia. Su uso debe estar justificad­o cuidadosam­ente. En el caso que nos ocupa, el despropósi­to es aún mayor. ¡La evasión fiscal se equipará a un problema de seguridad nacional, como si los defraudado­res pretendier­an desestabil­izar el país!

Ojalá los legislador­es reflexione­n sobre las consecuenc­ias de los cambios que aprobaron. El costo beneficio de las medidas es negativo. Se genera insegurida­d jurídica y altos costos para los contribuye­ntes. En cambio, es muy probable que poco se gane en la eficacia del Estado para combatir la evasión fiscal.

En suma, la reforma no es técnicamen­te necesaria, no diagnóstic­a las causas del problema, no plantea objetivos ni justifica la excepciona­lidad de las medidas. A cambio, entrega a un aparto con múltiples problemas de corrupción y falta de capacidad, nuevas herramient­as que no correspond­en a un Estado democrátic­o. Son medidas que pretenden hacer cambiar las cosas mediante un endurecimi­ento del régimen punitivo. Sabemos que estas, por sí mismas, no resuelven el problema. Entre tanto, seguimos erosionand­o el Estado Constituci­onal.

El uso de facturas falsas ha beneficiad­o indebidame­nte a muchos y urge revertirlo

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