¿Humillar a los gordos?
a ver al aire, una serie que coincideconmuchasdelasinquietudes sociales que más se han estado peleando en los últimos días.
Es como si se la hubieran hecho a las mujeres mexicanas de 2019. Yo tendría que ser el peor crítico de televisión de este país para tener la realidad que tenemos y no recomendársela.
¿Cuál es la nota? Más allá de esto que la acabo de decir, que es muy fuerte, la concepción de mujer empoderada que se nos está ofreciendo aquí.
A diferencia de lo que ocurre en México cuando hablamos de series de mujeres empoderadas, donde casi siempre se trata de asesinas, secuestradoras o narcotraficantes, las protagonistas de L.A.’s Finest son policías.
¿Sí entiende el contraste? Las mujeres buenas también venden. No se necesita ser delincuente para triunfar. En resumen, tenemos mucho que aprender de esta propuesta protagonizada por Jessica Alba (Dark Angel) y Gabrielle Union (Triunfos robados). Por favor luche por verla hoy a las 22:00 por AXN. Le va a gustar. De veras que sí.
Antes de que me brinque encima la política de lo políticamente correcto se los digo: no estoy cambiando la palabra gordo por alguno de sus eufemismos porque para narrar esta discusión hay que dejar que todos sientan el peso de la misma También el peso de sus implicaciones socioeconómicas, el peso en nuestra salud y sobre todo, en lo que a esto me referiré, el peso en lo doloroso que resulta para millones de personas lidiar con esta crisis de salud y encima ser constantemente insultados o al menos malmirados por la gente. Créanme, lo viví por años. Duele como el carajo.
El origen de la palabra “gordo” suele estar en disputa, pero la mayoría de las definiciones se remiten al latín gordus refiriéndose a alguien pesado, espeso e incluso bobo. También hay muchas referencias al vasco y al castellano con similares connotaciones. Curioso, porque en inglés la palabra es fat lo cual básicamente hace referencia a la grasa en el cuerpo, pero tiene las mismas connotaciones, ahora consideradas muy agresivas, pero sin la menor duda aún utilizadas constantemente para insultar a quien viva esa realidad.
Todo esto por una fuerte discusión que están teniendo dos comediantes y que sigue retumbando por todos lados.
Como yo soy fan de ambos, Bill Maher y James Corden, me parece particularmente fascinante, porque este es uno de los pocos pleitos orgánicos que salen de la televisión, en la que se tocan sentimientos personales de los conductores y donde inevitablemente acabamos preguntando ¿vale la pena la comedia si lastima los sentimientos de la gente?
Necesitaría páginas y páginas para contarles todo. Pero básicamente Maher (HBO) en su segmento de New Rules dijo que avergonzar a los gordos no debería estar prohibido en este mundo políticamente correcto, sino que debería ser aplaudido. Y tal vez así la gente no viviría con el sobrepeso que vive. Realmente les recomiendo, odien lo que dice Maher o no, que busquen el segmento completo. Es chistoso, cruel y da mucho qué pensar. Y luego les pido que enseguida busquen la emocional respuesta de James Corden (CBS), quien casi nos hace llorar al asumir que él sufre y siempre ha sufrido con su peso y que “humillar a los gordos” no hará nada para que la gente sea más sana, sino que causará ansiedad y, por lo tanto, en muchos casos, más problemas del tipo. Triste, fuerte y cierto.
Pero Maher también tiene razón en algo. No en el modo, en el tema de la humillación “fat shaming”, sino en que la aceptación de todo no siempre es positiva. Claramente en Estados Unidos la crisis de obesidad tiene mucho que ver con las ridículas porciones que comen. En México es muy distinto, tiene que ver con la pobreza y el acceso a buena alimentación. Pero sea como sea es una discusión fuerte, sentida y más que actual. ¿Debe nuestra amabilidad decir que todo está perfecto cuando no lo está?
Prefiero eso a las duras agresiones que vivimos día con día, pero siento que este par de comediantes, sin querer, nos podrían ayudar a llegar a algún tipo de punto medio. ¿No lo creen?.
En México el tema es distinto: tiene que ver con la pobreza y el acceso a buena alimentación