Milenio Tamaulipas

La última lección del Barça

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Con dos goles, una asistencia y ciento dieciséis minutos en Primera División, el Barça debutó en Champions League al pequeño Ansu Fati, un atacante de 16 años de edad. Su alineación en el Signal Iduna Park de Dortmund, uno de los campos más duros de Europa, parece forzada si la vemos desde el plano deportivo; pero si analizamos la decisión con un matiz ideológico, su debut en el torneo más acreditado del futbol es un enorme acierto; el Barça, una de las canteras más productiva­s del mundo, necesita recuperar la denominaci­ón de origen antes de que lo supere el mercado. A pesar de contar con uno de los presupuest­os más elevados, su futuro no depende de comprar jugadores, sino de producirlo­s. Porque en ese proceso de producción se troquela el sello de identidad: un distintivo que no puede comprarse en ningún sitio. El problema es que la fase medular del desarrollo se había enquistado en el nervio de la competenci­a, perdiendo signos vitales. Educar jugadores para cederlos a otros equipos porque no caben en el propio, resulta contradict­orio en una organizaci­ón que crió a los mejores hombres de su historia en casa. No se trata de debutar jovencitos como requisito, sino de asimilar el debut y sus consecuenc­ias como parte fundamenta­l de la carrera de un futbolista y la historia de un equipo. Modelos de trabajo como el del Barça tienen una ventaja añadida, hay un sistema y un estilo de juego que relaciona al más pequeño de sus equipos con el mayor: en cada generación hay un eslabón que mantiene la filosofía encadenada, no importa si nació en Guinea, Catalunya o Serbia; el éxito de su estilo concedió a la cantera el don de la universali­dad. A Fati no podían exigirle el protagonis­mo del juego, ni pedirle razón sobre el resultado: alineó para acuñar la estadístic­a y repartir el prestigio entre un puñado de adolescent­es que lo miraban desde La Masia como un objetivo. Para mayor simbolismo, el debutante fue sustituido por Messi al minuto 58. La histórica joya de la cantera reemplazó al diamante en bruto, el cambio funcionó como parte del aprendizaj­e. Cumplidas las únicas responsabi­lidades del chamaco, jugar y aprender, Fati se marchó del estadio con una tarea descomunal: crecer.

Alineó para acuñar la estadístic­a y repartir el prestigio entre unos adolescent­es de La Masia

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