¿El fin de los Oples?
Aunque esta semana AMLO descartó una nueva reforma electoral y llevó la discusión hacia los recursos que reciben los partidos políticos, en el Senado está una iniciativa, presentada y turnada a Comisiones, que pega, duro y a la cabeza, a las instituciones electorales.
No sé si pueda considerarse una reforma como la que el Presidente descarta, pero la iniciativa está entre los asuntos prioritarios del próximo período ordinario de sesiones:
“Proyecto de decreto que reforma el artículo 41 y el 116 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de fortalecimiento del Instituto Nacional Electoral y supresión de los Organismos Públicos Locales Electorales (OPLEs)”.
Se trata de desaparecer los Oples, responsables en cada estado de las elecciones a gobernador, a presidentes municipales y a diputados locales, además de los tribunales electorales estatales. Es claro que habría un ahorro importante, pero hay riesgos si se hace de prisa y sin cuidar el espíritu local de nuestra muy complicada democracia.
La iniciativa proviene del senador morenista Miguel Ángel Navarro y fue presentada al Senado el pasado 2 de diciembre. Sus argumentos son dos, complementarios y muy simples (tal vez demasiado). Primero: los Oples y los tribunales locales salen carísimos. Segundo: duplican funciones con el INE central y los tribunales federales. En la iniciativa, el senador habla de 9 mil millones de pesos erogados en 2019, año de poca actividad electoral. Eso sin contar los tribunales electorales locales, que en conjunto se llevaron mil 400 millones y que al final de cuentas lo que hicieron acabó turnado a las salas del tribunal federal.
Tarde o temprano, más bien temprano, los Oples tendrán que librar la batalla de su vida. Tienen cada vez menos argumentos y defensores para ganarla.
Muchos de estos organismos tuvieron momentos gloriosos, pero han visto también derrotas sonadas y están cada vez más acotados. Y si en otro tiempo pudieron ser guardianes indispensables de la democracia local, es cierto que dejaron de serlo. Al contrario, en los últimos años, los conflictos poselectorales y las elecciones mismas pusieron en duda su actuación y la de los tribunales en varios estados. Ahí está Coahuila, Puebla,
Colima, Nuevo León, Baja California...
Una de las preguntas fundamentales del debate será sin duda la del federalismo. ¿Gana con esto una política centralista? No. No hay que exagerar. El fin del federalismo llegaría si no hubiera elecciones locales, lo cual ni se asoma en la iniciativa que comentamos. Lo que busca es solamente una forma más barata y eficiente de operar (y sin duda por eso mismo está incompleta).
Otra pregunta que saldrá a relucir en la discusión es si con esto retrocede la democracia. Tampoco. En todo caso ya retrocedió, y mucho, en algunos casos. Pero lo que ante todo habría que preguntarse es si quitar los Oples fortalece tanto la democracia como el federalismo. Y desgraciadamente eso no juega un papel importante en la iniciativa.
El INE requiere cambios de fondo para que, sin Oples, mantenga la capacidad de integrar las visiones locales. Para empezar, que una parte de sus consejeros también provengan de experiencias electorales de los estados.