Hasta el coxis
Cada que escucho a nuestro Presidente señalar el abismo de la desigualdad en el país y la urgencia de alcanzar la justicia social he de confesar que me estremezco hasta la última pieza ósea; esto es, hasta el coxis.
Sus palabras, y más aún emitidas desde su atril con el escudo patrio, descienden cualráfagahelada,cosquilleante,desdeloalto del cerebro por toda la columna vertebral hasta su último hueso. Electrizante, pues.
Electriza porque, a mi entender, en sus palabras subyace uno de los preceptos más célebres de Aristóteles según el cual la justicia consiste en tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales. Escúchese: “Por el bien de todos, primero los pobres”, la frase repetida hasta la saciedad por el Presidente.
Igual lo ha dejado claro desde su investidura presidencial: “El Estado se ocupará de disminuir las desigualdades, no se seguirá desplazando a la justicia social de la agenda del gobierno”.
Tal empeño, sin duda, es de aplaudirse pues el país de nuestro Presidente es uno de lo más desiguales del mundo (Oxfam). Atendamos oído, de nuevo, a estas palabras: “El gobierno no va a ser un comité al servicio de una minoría rapaz. Representará a ricos y pobres, creyentes y libres pensadores, y a todas las mexicanas y mexicanos”. Electrizante, ¿no?
Lo que Aristóteles definía en su concepto de justicia, nos lo ha resumido el ensayista Santiago Montenegro, “era darle a cada quien lo que se merece de acuerdo con su posición social: a los esclavos lo de los esclavos, a las mujeres lo de las mujeres, a los comerciantes lo de ellos, y a los hombres aristócratas el poder y una vida de goces y placer cuando no estaban cazando o haciendo la guerra”. Hay equidad, remata Montenegro, pero solo en el interior de cada clase social o dentro de cada estamento.
Permítanme ser ilustrativo y salgamos a la calle. Supongamos que usted es desigual y se dirige al Walmart para comprar una lata de salmón belga. Siguiendo la lógica aristotélica, habría que esperar que le hicieran una rebaja, pues no cuadra bien que termine pagando lo mismo que un igual.
El ejemplo y la máxima de Aristóteles viene a cuento en estos días —y los que le siguen—, ya que el país de nuestro Presidente no hará otra cosa salvo generar más desiguales. El Coneval acaba de difundir que, por la contracción económica, se sumarán 9.8millonesdemexicanosmásenpobrezay 10 millones 700 mil nuevos en situación de pobreza extrema. Esto es, más desiguales. O si se quiere ver así: de los esclavos de aquellos años cuando el Aristóteles la hacía del jilguero mayor. Electrizante, ¿no?
Hablando de castas y Walmart, se ha de acotar que nuestro Presidente los acaba de felicitar por cumplir con sus obligaciones fiscales y pagar su deuda a la hacienda patria. Se diría justo, supongo. Igual recordé que también felicitó al ingeniero Slim por sus pagos al erario, pero luego me acordé de queaunodesusconsorciosleotorgó,víalicitación, la construcción del Tren Maya.
Después, revisé el tuit del empresario Salinas Pliego dirigido a sus amigos en “Valle”, entendí por ello a sus iguales, pero luego leí que convocaba a los desiguales a “desapendejarse” y enfrentar al covid-19. Y se me pasó el Aristóteles por la médula.
Al cierre, me acordé de las mujeres, este gobierno y su campaña contra la vergonzosa violencia hacia ellas de la que somos partícipes y cómplices. Y observé, de nuevo, el trato profusamente desigual y discriminatorio hacia las mujeres en el país de nuestro Presidente. De nuevo, se me pasó la máxima aristotélica por la cabeza. Electrizante hasta el coxis.