El PRIAN económico
Cuauhtémoc Cárdenas fue postulado como candidato a la Presidencia en 1988 a través de tres partidos; “hubo un fraude político, no se contaron los votos en 45 por ciento de las casillas y no se cumplieron muchas exigencias de la ley”, afirma
La resistencia dentro del PRI contra el programa neoliberal impulsado por Carlos Salinas de Gortari y su equipo durante el gobierno de Miguel de la Madrid adquirió forma a través de la Corriente Democrática (CD), un grupo priista integrado por la economista Ifigenia Martínez y el ex secretario de Estado Porfirio Muñoz Ledo, además de Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del presidente mexicano más popular del siglo pasado.
En entrevista, Cárdenas explica que la CD planteaba la necesidad de dar mayor atención a los problemas sociales del país, así como que el PRI abriera a la militancia la elección de los candidatos de todos los cargos, incluyendo el de presidente de la República.
“Pedíamos mayor política social y cuidar los procedimientos democráticos dentro del partido, hasta que viene un rompimiento con el propio PRI y surge la posibilidad de una candidatura, en este caso mi candidatura, apoyada por diversos partidos políticos”, relata el antiguo líder priista.
Tras la ruptura con el PRI, se constituye el Frente Democrático Nacional (FDN) y Cárdenas es postulado como candidato presidencial en 1988 a través de tres partidos: Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, Partido Popular Socialista y Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional.
“La campaña —relata el ex aspirante— nos da muchas sorpresas: un apoyo que no esperábamos en muchas partes del país y, finalmente, el día de la elección hubo un fraude político que no esperábamos que pudiera darse en esos términos. Fraude porque después pudimos saber que no se contaron los votos en 45 por ciento de las casillas y no se cumplieron muchas de las exigencias de la ley, por lo que se impuso el gobierno que subió del PRI: el de Carlos Salinas de Gortari”.
Rasurados y fantasmas
Sobre aquellos comicios de 1988 consulté a José Woldenberg, el doctor en ciencias políticas que en los ochenta militó y dirigió un par de grupos socialistas para luego convertirse con el paso del tiempo en la principal referencia electoral del país.
“La autoridad electoral del 88 era quizá la más facciosa que se podría haber diseñado”, sentencia Woldenberg.
—¿Por qué? —Porque uno de los competidores era el árbitro o el juez. ¿Qué confianza podía irradiar esa Comisión Federal Electoral, si desde el principio, uno de los participantes era el que tenía la mayoría de los votos?
Pero no solamente eso, la ley establecía que el secretario de Gobernación (entonces Manuel Barlett) nombraba al presidente y al secretario de los consejos locales y de los consejos distritales, y que el presidente de los consejos distritales, era el que se encargaba de nombrar al presidente y el secretario de las mesas directivas de casilla. Entonces, cuando se decía que las elecciones se tejían desde la secretaría de Gobernación, se estaba diciendo una verdad de a kilo”.
—¿No eran elecciones confiables?
—Eso ofrecía muy poca confianza. Además, el padrón electoral con el que se votó en 1988, se reconoció con posterioridad que tenía inconsistencias de hasta 50 por ciento. En aquellos años era común hablar de los rasurados y de los fantasmas.
—¿Qué eran los rasurados y los fantasmas?
—Los rasurados era gente que se inscribía en el padrón, pero a la hora de ir a votar no aparecía. Y los fantasmas era gente inexistente pero que aparecía en el padrón y tenía credencial. Se especulaba en aquel entonces que esos fantasmas por supuesto votaban, que una persona física iba y ejercía el voto a nombre de esos fantasmas.
PRIAN
En la contienda de 1988 también participó el empresario sinaloense Manuel Clouthier como candidato presidencial del PAN. Tras el proceso, Maquío, como le apodaban, impugnó por igual el triunfo de Salinas de Gortari y se alió con el Frente Democrático que a la postre se convertiría en el PRD.
“Al terminar su campaña electoral, Manuel Clouthier y yo platicamos varias veces”, recuerda Porfirio Muñoz Ledo. “Creo que yo fui el que conversó por última vez con Maquío en su departamento de la calle Dinamarca. Él estaba en muy buena disposición para que estuviéramos juntos. De hecho, Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Rosario Ibarra de Piedra, Maquío y yo organizamos una entrada a la Secretaría de Gobernación. Tuvimos que abrir las rejas cuando Manuel Bartlett era el secretario. Hicimos un compromiso que escribimos entre Carlos Castillo Peraza y yo. La última frase era: “No aceptaremos un gobierno surgido del fraude”.
Maquío estuvo muy bien, era un hombre correcto, entusiasta demócrata, pero no era un revolucionario, entonces su partido lo apretó.
—¿En qué sentido lo apretó? —Maquío estaba dispuesto a jalar con nosotros, pero no lo dejaban. Hubo una cena que está documentada, en la casa del entonces más importante empresario del país, don Juan Sánchez Navarro. Ahí reunió a la gente del PRI de Salinas con los del PAN y logró acuerdos fundamentales. Por ejemplo: el reconocimiento de la Iglesia católica o la apertura en materia económica. Ahí se construye el PRIAN. Nosotros nos quedamos sin base, sin apoyo de los panistas, que discretamente ya estaban comprometidos.
—Pero también hubo después alianzas entre ustedes y el PAN…
—Tiempo después hicimos una alianza con el PAN, para tomar la Cámara de Diputados, pero ellos nunca jalaron en materia económica. En materia económica, el PRI y el PAN han tenido hasta 2018 el mismo programa neoliberal.
“Maquío era un hombre correcto, pero no era un revolucionario y su partido lo apretó”