Milenio Tamaulipas

Yo conocí a don Erasmo

- GUILLERMO GUTIÉRREZ GONZÁLEZ vientosdel­sur@yahoo.com

En la vida de reportero he conocido a un montón de gente buena y a otros con mezcla de cabrones en el buen sentido de la palabra y unos muy descarados como el “cajonero”, un singular funcionari­o que a sí mismo se apodaba porque él no tocaba el dinero de la dádiva, él solo se limitaba a abrir un cajón de su escritorio en donde “el favorecido por su ayuda” ponía una singular propina y, de esa manera, decía él, no se ensuciaba las manos de dinero mal habido.

Como él hubo muchos más, ejemplos sobran: el hoy finado Carlos Echazarret­a, quien derrochaba amistad y simpatía, alburero hasta los huesos y galán de las más guapas; u otros como el de comunicaci­ón de Pemex quien, un día soleado y sin nubes, tenía el desenfado de declarar que un incendio de refinería tuvo su causa provocada por un rayo; o aquel otro que sin empacho platicaba a los cuatro vientos que él, por encargo del cacique mayor, se trajo en la cajuela desde McAllen, Tx. a un cristiano que había osado huir de Madero sin el permiso del “patrón”.

¿Quién de los medios de la plana mayor y ciudadanos de los antiguos Vientos del Sur no recuerda a finados como Paco García, al profe Lalo Bárcenas, a Diego Navarro, a don Joaquín Contreras (mi padrino), al Dr. Gil Sayas, al Mayor Solís, al Sr. Antonio Biótegui, al capitán Carlos Ruiz, a Elías Rade, a Azael Pérez, al Dr. Lamberto Salas, a Beto Alzaga entre muchos otros que se me escapan de la memoria? Todos ellos eran, diría mi amigo Pedro Muñoz (QEPD), simpáticos y agradables; y de Altamira recuerdo a don Quintín Almazán y a Sergio Carrillo.

Cada uno de los mencionado­s, en su mayoría ya fallecidos, fue gente buena, con esa chispa de decir y hacer sin que se les notara maldad alguna: había quienes hacían reír espontánea­mente y otros que con sus anécdotas provocaban que, uno como joven en la labor de la pluma y el papel, se trasladara a lugares que en la imaginació­n se convertían en ya conocidos.

Había en Madero un Dr. Piña, director del Centro de Salud, que me platicó su viaje por Alaska y fue tal la emoción que noté y la que me contagió en sus palabras que, tres décadas después, cumplí el sueño de ir a ese remoto, frío, pero bellísimo lugar.

Yo conocí a otro gran hombre, a don Erasmo González, un ex alcalde de Madero que de manera sencilla pero madura y firme gobernó una ciudad; él no se andaba con aspaviento­s o fanfarrona­das como algunos recientes, él simplement­e trabajaba e hizo y formó junto con su esposa unos hijos que lo imitan cabalmente como Alma Delia y Erasmo II. Ojalá hubiera más burócratas a quien la gente los evoque con cariño; cada uno tiene una historia y trascender para bien debería ser su prioridad en los de ahora y en los futuros.

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