Las cinco crisis existenciales
Existen cinco momentos en la vida, en donde la naturaleza, y nuestro marco social nos confrontan y cuestionan el rumbo y significado de nuestra existencia. Cuando no se tiene un proyecto de vida, y no hay valores espirituales, estas confrontaciones pueden convertirse en crisis, en ocasiones muy terribles.
El primer dilema se presenta de manera suave, entre la pubertad y la adolescencia; la etapa en donde no sabemos si sentirnos niños y seguir jugando, o ser adolescentes, e incluso sentirnos atraídos y enamorados por otra persona. Es un proceso natural, que generalmente se resuelve sin complicaciones si existe buena funcionalidad familiar.
La segunda situación difícil, es cuando la adolescencia concluye y llegan responsabilidades como una credencial de elector, un registro fiscal en hacienda, una cuenta bancaria, un primer trabajo, etc. Señales de estarse convirtiendo en adulto. A muchos jóvenes les atemoriza y no quieren crecer; asumir responsabilidades y dejar de depender de sus padres les da mucho miedo. De nuevo, la salud emocional de la familia y amistades, influyen poderosamente en ello.
Una vez en la vida adulta, la tercera es la famosa crisis de los 40. Se viene encima como una sombra, amenazante para muchos; es frecuente que al llegar a esta edad, hagamos un inventario sobre qué hemos construido: un patrimonio económico, la realización académica y, sobre todo, la vida emocional en pareja, son criterios para medir el éxito o fracaso, una vez alcanzada esta línea media de vida.
La cuarta llega con la jubilación; los que no construyeron una vida propia y que tuvieron la rutina de levantarse, ir a trabajar, comer y dormir, suelen entrar en profunda depresión e incluso morir pronto, pues no le encuentran sentido a nada.
La quinta y última crisis ocurre en el trecho final de la existencia: hacemos un honesto balance entre errores y aciertos. Una sensación de arrepentimiento y tristeza puede embargar el alma; o bien, si nos damos cuenta de que predominaron las buenas decisiones, podremos despedirnos de la tierra en paz, e ir al encuentro de la vida espiritual.
Vale la pena poner en orden nuestras cosas, sin esperar a ninguna de estas crisis.
Vale la pena poner en orden nuestras cosas, sin esperar a ninguna de
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