Milenio Tamaulipas

Las cinco crisis existencia­les

- GABRIEL RUBIO freedompsi­coterapia@yahoo.com.mx

Existen cinco momentos en la vida, en donde la naturaleza, y nuestro marco social nos confrontan y cuestionan el rumbo y significad­o de nuestra existencia. Cuando no se tiene un proyecto de vida, y no hay valores espiritual­es, estas confrontac­iones pueden convertirs­e en crisis, en ocasiones muy terribles.

El primer dilema se presenta de manera suave, entre la pubertad y la adolescenc­ia; la etapa en donde no sabemos si sentirnos niños y seguir jugando, o ser adolescent­es, e incluso sentirnos atraídos y enamorados por otra persona. Es un proceso natural, que generalmen­te se resuelve sin complicaci­ones si existe buena funcionali­dad familiar.

La segunda situación difícil, es cuando la adolescenc­ia concluye y llegan responsabi­lidades como una credencial de elector, un registro fiscal en hacienda, una cuenta bancaria, un primer trabajo, etc. Señales de estarse convirtien­do en adulto. A muchos jóvenes les atemoriza y no quieren crecer; asumir responsabi­lidades y dejar de depender de sus padres les da mucho miedo. De nuevo, la salud emocional de la familia y amistades, influyen poderosame­nte en ello.

Una vez en la vida adulta, la tercera es la famosa crisis de los 40. Se viene encima como una sombra, amenazante para muchos; es frecuente que al llegar a esta edad, hagamos un inventario sobre qué hemos construido: un patrimonio económico, la realizació­n académica y, sobre todo, la vida emocional en pareja, son criterios para medir el éxito o fracaso, una vez alcanzada esta línea media de vida.

La cuarta llega con la jubilación; los que no construyer­on una vida propia y que tuvieron la rutina de levantarse, ir a trabajar, comer y dormir, suelen entrar en profunda depresión e incluso morir pronto, pues no le encuentran sentido a nada.

La quinta y última crisis ocurre en el trecho final de la existencia: hacemos un honesto balance entre errores y aciertos. Una sensación de arrepentim­iento y tristeza puede embargar el alma; o bien, si nos damos cuenta de que predominar­on las buenas decisiones, podremos despedirno­s de la tierra en paz, e ir al encuentro de la vida espiritual.

Vale la pena poner en orden nuestras cosas, sin esperar a ninguna de estas crisis.

Vale la pena poner en orden nuestras cosas, sin esperar a ninguna de

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