El otro verano
¿
Qué arde en el cerebro frente al dolor y la belleza? Hay en el jardín una pequeña terraza, a ella llegan los murmullos de las hojas, del pasto y las flores. Un olor a jazmín esparce la humedad de este bendito trópico. Y si aquietas el cuerpo por momentos, mimetizas la piel con el paisaje, aparece el milagro de sentir el vuelo cercano de un colibrí, un abejorro o una libélula. Es verano, y con el fresco atardecer cierro las pastas del premio Xavier Villaurrutia.
Cristina Rivera Garza lo gana con su novela: El invencible verano de Liliana. Su texto llega hondo, vives, sufres, regresas a la adolescencia, a tus días de estudiante, al amor, a los viajes felices en autobuses de flecha roja, sin importarte nada, sólo sentir la libertad, la juventud.
Nuestra tamaulipeca con su libro sacude la conciencia social; ¡ya basta! de reinas, hadas, princesas. Es un texto total, crónica, poesía, ensayo, investigación, narradores en primera persona, en segunda, testigo, presencial, con ellos abre la caja
mos-regresas de pandora para trarnos el asesinato de su hermana, el feminicidio brutal, la injusticia, el patriarcado que padecemos.
Tuvieron que pasar 30 años de duelo, para hablar de su única hermana, reconstruir los recados, las cartas, los amigos, y mostrarnos a una Liliana que sólo deseaba ser libre, buscar el conocimiento, el amor sin pertenencia, el amor verdadero.
Hay una autoría compartida, afirma Cristina, gracias a los apuntes que dejó, el personaje de Liliana se vuelve nuestra mejor amiga. Estudiaba arquitectura, en la UAM, vivía en Azcapotzalco. ¿Cómo no nos dimos cuenta, de la hiena que asechaba su vulnerabilidad? Su exnovio fue el criminal, ¿por qué nos fuerzan a callar los insultos, los empujones, las amenazas?
“Siempre he creído en la libertad porque sólo en libertad podemos conocer de qué estamos hechos. La libertad no es el problema. El problema son los hombres”.
falta de lenguaje nos sofoca, nos estrangula, nos desuella”. Voces de una familia culta, amorosa, esperando que la justicia se siente en su mesa.
Imposible no llorar por un luto de siglos, por tantas Lilianas que nos habitan. Es saludable la lectoescritura vivencial, mostrar nuestros sentimientos, para que no se queden como charcos existenciales. Carpe diem.
El invencible verano de Liliana. Su texto llega hondo, vives, sufres,
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