La voz del mar
El mar tiene 4 mil millones de años de edad. Su voz, una ola tras otra, acompasa al mundo desde el principio de todo y, además, nos hace una pregunta que deberíamos responder.
Para poner en perspectiva la edad del mar basta pensar que la duración de una especie de mamíferos como la nuestra, en condiciones normales, es de 100 millones de años, y que de toda esta cantidad de tiempo que tenemos por delante sólo hemos consumido trescientos mil años, es decir que a nuestra especie le queda todavía el 99.7 por ciento del tiempo que le toca en el planeta.
Pero nuestra especie no vive en condiciones normales, ha transformado, y a veces devastado, de manera radical y en muy poco tiempo, su entorno, sus usos y sus costumbres y es, por citar otra anormalidad, la única especie que tiene vejez, pues en condiciones normales ningún mamífero llega a viejo, con la excepción de los animales domésticos, que se benefician del confort de la casa y de los servicios del veterinario.
Cada mañana de este mes de agosto camino cinco kilómetros por la orilla del mar, en la costa de California. Salgo muy temprano, cuando el mar se encuentra en su estado original, hablando, para quien quiera escucharlo, con su voz milenaria; salgo cuando no hay todavía nadie en la playa y pienso, mientras camino, en la edad que tiene esa voz y en que algo deberíamos aprender de ella.
Centrémonos en la idea de que nuestra especie ha dedicado su tiempo en el planeta a transformar, a veces con fortuna, su condición y que el progreso de la humanidad, y de cada uno de sus individuos, es también una manera de huir de eso que fuimos. Somos una especie hiperactiva que no para de implementar novedades; la novedad de hace unos meses hoy nos parece un vejestorio.
Mientras nosotros corremos el mar permanece, vuelve una y otra vez, una ola tras otra, sobre sí mismo, como lo ha hecho desde
prisa?_ el principio de los tiempos. Me parece, luego de mucho caminar, que la pregunta que nos hace esa venerable voz de 4 mil millones de años es esta: ¿A dónde van con tanta