Milenio Tamaulipas

Asesinato de Camarena Condenado a 249 años dice que solo “blofeaba” con haber matado a Kiki

Después de 35 años preso, Raúl López Álvarez afirma que inventó su relato de la ejecución del agente de la DEA para venderse como sicario

- LAURA SÁNCHEZ LEY

Apesar de que presumía haber torturado y asesinado a Enrique Kiki Camarena, Raúl López Álvarez ahora dice que solo “blofeó” para impresiona­r a sus compañeros de prisión. El relato que sostuvo durante muchos años estuvo inspirado en la lectura de revistas que describían cómo había ocurrido el crimen del agente de la DEA.

Documentos desclasifi­cados, a los que tuvo acceso MILENIO, revelan que el ex policía ligado al cártel de Guadalajar­a cayó en la trampa de un agente de la DEA, quien fingió buscar un sicario para terminar con la vida de otro funcionari­o estadunide­nse con el concepto Camarena Style. En las conversaci­ones puede leerse que Raúl López presume tener experienci­a en “levantar”, “dar toques eléctricos” y asesinar “con tiro de gracia” o “cuchillo”, como el cliente pida.

Luego de 35 años en una prisióndeE­stadosUnid­os,LópezÁlvar­ez busca su libertad alegando que inventó aquellas historias, un asunto que adquiere relevancia debido a que al menos dos involucrad­os en el crimen de Camarena han obtenido su libertad luego de que se descubrier­an irregulari­dades en el proceso judicial, principalm­ente en el laboratori­o forense, el cual procesó evidencias defectuosa­s, como lo dio a conocer este diario el pasado 20 de agosto.

El asesino confeso del agente de la DEA purga actualment­e una condena de 249 años de prisión. Los informes abiertos en las cortes estadunide­nses permiten conocer los detalles de la historia del hombre que juraba ser “el mejor torturador de México” y que ahora busca salir de prisión alegando que su pecado fue haber sido un presumido.

“A él no… al otro”

A continuaci­ón se reproduce una de las conversaci­ones del ex policía judicial en Los Ángeles, California, con un supuesto líder de una organizaci­ón criminal dedicada al trasiego de cocaína desde México hasta Estados Unidos.

—No, no, el plan es levantarlo así de que put him the back, cover his mouth entre dos personas, throw him in the van, tie him up y ¡vámonos! ¿Verdad?

—Y, o sea, no vamos a ir con tejanas y botas, ¿verdad que no? El chiste es también medio disfrazarn­os, ¿verdad? —le respondió.

—Se le puede dar su tiro de gracia o con un cuchillo. O como tú quieras. Pero nosotros siempre usamos el tiro de gracia. Siempre ha sido nuestro trademark —dijo con seguridad Raúl.

—¿Y a Camarena le pegaron un tiro de gracia también? —A pesar de la amargura con que le lanzó la pregunta, Raúl López, quien estaba más concentrad­o en adornar los detalles de su relato, no sospechó y respondió.

—A él no… al otro.

La trampa

Sus reuniones empezaron la primera semana de septiembre de 1987 con el experiment­ado agenteencu­bierto del a DE A, A bel Rey nos o, quien era parte del equipo que investiga bala tortura y asesinatod­e Cama re na, su compañero, dos años atrás en México.

Reynoso le tendió una trampa al ex policía haciéndose pasar por narcotrafi­cante, pero también haciéndolo creer que un“agente de la ley” estaba hurgando en su negocio y podría echarlo abajo.

El agente le pidió un trabajo “Camarena Style”. Así lo llamó. López, que había estado presumiend­o ser el mejor torturador de México, le dijo riendo que no tenía problema, que ya lo había hecho “y era un trabajo fácil”.

El 26 de octubre de 1987 fue detenido con dos cómplices en el hotel Vagabond Inn, de Los Ángeles, donde tendría lugar la última reunión para afinar los detalles de la muerte del agente ficticio, el nuevo Kiki Camarena.

El operativo fue montado por el equipo SWAT. Incluso en el peor momento, López trató de impresiona­rlos mientras los trasladaba­n a las oficinas de la

DEA, asegurando que en México trabajaba para dos importante­s narcotrafi­cantes: Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca.

Para ese momento, la DEA había logrado reunir supuestos testimonio­s de ex compañeros de Raúl, de su tiempo en prisión. Entre mayo de 1985 y julio de 1986 estuvo encarcelad­o en el Reclusorio Norte, en Ciudad de México, porque las autoridade­s mexicanas sospechaba­n de su participac­ión en el asesinato de Camarena.

A los compañeros de celda, todos ex narcotrafi­cantes y policías corruptos, les contó con lujo de detalle cómo había asesinado a Camarena y al piloto Alfredo Zavala, también que era cercano al “señor” Ernesto Fonseca y cómo había salvado a Caro Quintero de ser detenido.

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