Treinta y cuatro
Nunca olvidaré la primera vez que mi abuelo, al sonoro rugir de un transistor, me contó de un jugador que le había maravillado: Puskas, se llamaba, aquella bomba tardía que llegó a España para firmar por el Real Madrid con 31 años de edad. La madurez de este portentoso delantero de buen diente, enemigo de la báscula y un abdomen prominente, no le impidió ganar 4 títulos de goleo, tres Copas de Europa, 5 Ligas y 1 Copa Intercontinental. Puskas se fue del Real Madrid con 39 años, varios kilos de más y un costal de triunfos inalcanzables para la mayoría de los jóvenes y esbeltos futbolistas de nuestra época.
Nos hemos acostumbrado a medir la velocidad, energía y juventud de un futbolista, para juzgar su rendimiento en el campo: aquellos que superan la barrera de los 30 años, empiezan a parecernos caducos. Pero existe una especie de jugadores a quienes el tiempo mejora, no batallan con los años, al contrario, los hacen suyos convirtiéndolos en la herramienta más poderosa de su edad: la sabiduría.
Podemos reconocer a esos futbolistas sabios cuando los vemos entrenar con el hambre de un juvenil, jugar con la pasión de un hincha, y enseñar con la vocación de un maestro. Esta clase de jugadores nos enseñan a mirar los partidos de otra manera. La pericia y experiencia en la cancha, son virtudes que en la práctica demuestran que mientras más viejo sea un futbolista, mejor juega.
Esta temporada, dos atacantes de 34 años lucharán por el campeonato de goleo en LaLiga y en la Champions League: Robert Lewandowski y Karim Benzema, descatalogados según la teoría del más alto, más rápido y más fuerte, hoy no tendrían hueco en el Barça y el Real Madrid.
En los últimos años, el futbol experimentó un cambio en su dinámica provocado por la intensidad del juego: Benzema y Lewandowski no corren tanto, pero piensan mucho, su veteranía mejora el espectáculo. El tiempo, no siempre juega en contra.
Karim Benzema
y Robert Lewandowski no corren tanto, pero
piensan mucho