La fugacidad
¿
El tiempo es arena en las manos? El lunes se vivió un caos en la ciudad, fue el inicio escolar, las prisas, las rutas experimentadas con anterioridad para llegar al destino, no funcionaron. Nos rebasaron las expectativas.
Cada año miramos las mismas escenas: los pequeños como tortugas cargando sus mochilas, sus uniformes nuevos, bien planchaditos con su corbata, estrenando zapatos. Da gusto mirarlos, su camino de estudios será largo.
¿Terminarán una carrera profesional? Dicen que, de los que hoy entran a nivel básico, solo 10 concluyen sus carreras universitarias. Hay una baja en la matrícula considerable, producto de la pandemia, difícil de enfrentar, retos que como sociedad debemos combatir. La educación es una bomba que transforma mente y corazón, sus cimientos van a lo profundo, a lo fundamental de la vida.
El hado, el destino, esa fuerza que rige nuestro camino a veces anda muy descarriada, extraviada, dando tumbos y en eso se nos van los segundos, perlas que ruedan a las alcantarillas, que no sabemos valorar.
Dice Séneca que “es muy corta y desasosegada la vida de aquellos que olvidan las cosas pasadas, descuidan las presentes, abrigan temores del porvenir: cuando llegan al final, comprenden tarde los pobres cuánto tiempo han estado ocupados en no hacer nada”.
Cuando un joven abandona las aulas es difícil que regrese y después viven añorando ese tiempo que se quedó tirado.
La vida puede ser un texto en prosa, una comedia, tal vez un entremés de metáforas, humor y es lo que vivimos los que acompañamos a festejar los 24 años de La Claraboya Literaria en el Café la Victoria.
Hace unos ayeres en la Librería de Cristal, fue como un renacimiento después de un largo oscurantismo, hubo momentos muy emotivos, Villela logró sacar a María Luisa Govela y Diana Zamora de su autoexilio, Arturo Castillo sigue en su caverna, sin embargo envió un texto, disfrutamos de una velada con detalles que hace tiempo no sentíamos. Ráfagas fascinantes que como una diminuta brizna van poblando nuestros días de recuerdos, nostalgias, sueños. El puerto de las letras tiene un buen astillero. Leer es una forma de atesorar instantes perpetuos como un exlibris marcan nuestra senda de este tiempo.
Éxito a los estudiantes y no desistan en sus anhelos. Carpe diem.
De los que hoy entran a nivel básico, solo 10 concluyen carreras
universitarias