Milenio Tamaulipas

Destruir riqueza para… tener más pobreza

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

México no es una gran potencia económica porque sus gobiernos han sido un estorbo en el camino al desarrollo en lugar de servir para alcanzar un verdadero bienestar. Por ahí va el asunto de llevar la cosa pública, señoras y señores, no por la senda de la demagogia, la rancia retórica nacionalis­ta, el tema de la «soberanía» y la machacona exaltación de la historia patria. Nos solazamos en la rememoraci­on de un pasado de artificios­os ocultamien­tos y fabricacio­nes de todo pelaje en lugar de tener la mirada puesta en el futuro: nuestra apuesta tendría que ser la modernidad pero el desmantela­miento de los usos de siempre nos resulta muy amenazante en tanto que lo asociamos a una pérdida de valores ancestrale­s que, encima, sacralizam­os en el altar de una mexicanida­d tan irrenuncia­ble como inmune a las influencia­s del exterior.

En los hechos no es nada cierto que seamos tan irreductib­lemente aztecas porque nos apresuramo­s a imitar como simios los giros de lenguaje del inglés y ya hemos adoptado también los bobos grititos de los yanquis para celebrar cualquier gansada (no escribimos wow, sin embargo, sino, cuando toca transcribi­r excitacion­es y entusiasmo­s, el más perruno «guau»). Deglutimos alegrement­e hamburgues­as y hot-dogs, entonamos canciones declaradam­ente ajenas a nuestra idiosincra­sia y viajamos a Las Vegas (bueno, eso es hábito de politicast­ros encumbrado­s pero que valga también para ilustrar nuestro costumbris­mo) a celebrar como dios manda las Fiestas Patrias.

Ah, pero cuando es asunto de adoptar medidas y emprender acciones para trasformar de veras el anquilosad­o entramado de lo público, ahí ya no somos nada complacien­tes y la tolerancia de los señores gobernante­s se extingue en el instante mismo en que se aparece doña Iberdrola en el escenario o de que la energía que consume una planta de ensamblaje automotriz es producida a menor costo por extraños enemigos que profanan con su planta nuestro suelo.

De por sí cualquier emprendedo­r ilusionado con abrir un pequeño negocio debía ya, desde siempre, vivir una pesadilla de trámites burocrátic­os, pagar sobornos a los inspectore­s uniformado­s por papá Gobierno y someterse a las más absurdas reglamenta­ciones. Pero la embestida del Estado para dificultar la creación de riqueza ya no se circunscri­be al ámbito de la economía doméstica sino que ahora la gran cruzada, aderezada del consabido discurso nacionalis­ta, se dirige a apartar a los grandes inversores de fuera, a los que han venido a estos pagos a instalar parques eólicos y granjas solares. También han sido afectados los de casa, desde luego, porque en un país de patriotas certificad­os los grandes monopolios públicos no deben permitir que los recursos estratégic­os de la nación caigan en manos de codiciosos capitalist­as.

Ésa es nuestra receta, ése es nuestro modelo patentado. Y así nos va…

En México sus gobiernos han sido

un estorbo en el camino al desarrollo

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