Iñárritu ante “la pretensión”
Si han seguido la cobertura de la presentación de la nueva cinta del director de Bardo en el Festival de Venecia sabrán bien lo dividida que está la crítica al trabajo del director. Muchos la amaron y otros no tanto, diciéndole “pretenciosa” a la película que no califica como autobiográfica en hechos, aunque quizá sí en ciertos matices emocionales.
Y Alejandro no se quedó callado. Al menos no cuando el periódico LA Times lo entrevistó. Tengo que decirles que sus respuestas son contundentes y francamente dignas de alguien que tiene derecho a “pretender ser”, lo que quiera. Seguramente porque sí lo es.
“Si no entienden algo, no tienen por qué culpar a alguien más. Tómense el tiempo de ver las capas —dijo entre varias cosas más—. Tal vez si yo fuera de Dinamarca o de Suiza sería filósofo; como soy mexicano, entonces soy pretencioso”, dijo, incluso dejó clara la opinión de que hay una implicación racista al respecto. ¿Y saben? En términos generales lo que dice es muy cierto. El mexicano que hace una exploración profunda, distinta, seguramente se sale del carril de lo que se espera de él. Sin duda, una observación con suficientes precedentes.
Eso es el cine. Iñárritu aclara que además de reír a carcajadas cuando lo acusan de ser pretencioso por explorar temas como la identidad colectiva, la mortalidad y el éxito, deja en claro que puede gustarnos o no la cinta, y cuestiona a los críticos si han leído a Borges o a Rulfo, dejando claro que su inspiración es la introspección que nace de la literatura. Queda claro que no es fácil intimidar a quien hace lo que ama por los motivos correctos.