Primero te encarcelo y luego vemos…
El asunto de la prisión preventiva oficiosa es bastante estremecedor. Los ciudadanos nos encontramos, de pronto, en una circunstancia de total indefensión ante la temible maquinaria del poder. El aparato judicial del Estado, por medio de personas interpuestas, puede acusarnos de algo, así sea un delito menor o una falta administrativa —por no hablar de la abierta fabricación de una fechoría, es decir, un descarado invento concebido por aviesos inquisidores— y la mera acusación implica que seamos encarcelados hasta que en el correspondiente sumario sea probada nuestra culpabilidad, en cuyo caso el periodo ya pasado tras las rejas contará, me imagino, en el cómputo final de la pena impuesta o, por el contrario, será un tiempo, precioso e irrecuperable, robado a nuestras vidas.
Decenas de miles de mexicanos se encuentran ahora mismo encerrados en los abominables presidios de este país —sobrepoblados, insalubres y crueles— en espera de que procedan los juicios a los que deberán de ser sometidos por haber cometido presuntamente un delito y aguardando, con la desesperación de quien se ve sometido a los interminables plazos de una justicia tan lenta como indiferente al sufrimiento de los humanos, a que un juez determine si son verdaderamente los autores del quebrantamiento de las leyes o si son inocentes. Se trata, en su gran mayoría, de gente pobre carente de los recursos para pagar los servicios de un buen abogado defensor y para agenciarse, en el siniestro universo carcelario, las más mínimas condiciones de dignidad porque a un preso común se le trata, en estos pagos, peor que a un perro callejero si no apoquina semanalmente lo de su comida, su pequeño espacio en la celda o el jabón que necesita para lavarse. Así las cosas en un mundo corrompido y salvaje en el que solamente impera la ley del más fuerte.
Uno se pregunta la razón por la cual un régimen que alardea de su apostolado social implementa, a la vez, políticas públicas represivas y persecutorias en lugar de mostrar el rostro verdaderamente humano con el que debiere validar el postulado de que los pobres están en el primer lugar de las prioridades nacionales. Pero, en fin, su apuesta no es el mejoramiento de las cárceles sino… mantener la prisión preventiva oficiosa.
Su apuesta no es el mejoramiento de las prisiones, sino…