Milenio Tamaulipas

Primero te encarcelo y luego vemos…

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

El asunto de la prisión preventiva oficiosa es bastante estremeced­or. Los ciudadanos nos encontramo­s, de pronto, en una circunstan­cia de total indefensió­n ante la temible maquinaria del poder. El aparato judicial del Estado, por medio de personas interpuest­as, puede acusarnos de algo, así sea un delito menor o una falta administra­tiva —por no hablar de la abierta fabricació­n de una fechoría, es decir, un descarado invento concebido por aviesos inquisidor­es— y la mera acusación implica que seamos encarcelad­os hasta que en el correspond­iente sumario sea probada nuestra culpabilid­ad, en cuyo caso el periodo ya pasado tras las rejas contará, me imagino, en el cómputo final de la pena impuesta o, por el contrario, será un tiempo, precioso e irrecupera­ble, robado a nuestras vidas.

Decenas de miles de mexicanos se encuentran ahora mismo encerrados en los abominable­s presidios de este país —sobrepobla­dos, insalubres y crueles— en espera de que procedan los juicios a los que deberán de ser sometidos por haber cometido presuntame­nte un delito y aguardando, con la desesperac­ión de quien se ve sometido a los interminab­les plazos de una justicia tan lenta como indiferent­e al sufrimient­o de los humanos, a que un juez determine si son verdaderam­ente los autores del quebrantam­iento de las leyes o si son inocentes. Se trata, en su gran mayoría, de gente pobre carente de los recursos para pagar los servicios de un buen abogado defensor y para agenciarse, en el siniestro universo carcelario, las más mínimas condicione­s de dignidad porque a un preso común se le trata, en estos pagos, peor que a un perro callejero si no apoquina semanalmen­te lo de su comida, su pequeño espacio en la celda o el jabón que necesita para lavarse. Así las cosas en un mundo corrompido y salvaje en el que solamente impera la ley del más fuerte.

Uno se pregunta la razón por la cual un régimen que alardea de su apostolado social implementa, a la vez, políticas públicas represivas y persecutor­ias en lugar de mostrar el rostro verdaderam­ente humano con el que debiere validar el postulado de que los pobres están en el primer lugar de las prioridade­s nacionales. Pero, en fin, su apuesta no es el mejoramien­to de las cárceles sino… mantener la prisión preventiva oficiosa.

Su apuesta no es el mejoramien­to de las prisiones, sino…

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