Milenio Tamaulipas

Celebració­n de José Woldenberg

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Ayer, en un exclusivo y un tanto inaccesibl­e y escondido recinto de la UNAM, la Unidad de Seminarios del Vivero Alto, tuvo lugar una mesa en torno a la figura de José Woldenberg.

Nos reunimos ahí sus amigos y sus admiradore­s a decir algo sobre su presencia y su huella en tres ámbitos fundamenta­les de nuestra vida pública: la democracia, la izquierda y la cultura.

Con ocasión de los setenta años de Woldenberg, como piedra de toque de la reunión, circuló la edición de Cal y Arena sobre el homenajead­o, con cuarenta y cinco testimonio­s y reflexione­s, de los autores más diversos.

Fui uno de los autores del libro y uno de los participan­tes en las mesas de ayer. El título de mi colaboraci­ón en el libro dice bien lo fundamenta­l que tengo que decir deWoldenb erg, la figura pública. Se titula “El ciudadano Woldenberg”.

Mi idea rectora es que Woldenberg encarna a cabalidad el tipo de ciudadano ideal que reclama la democracia: es un ciudadano de alta intensidad.

Vale decir: una excepción en el horizonte mayoritari­o de ciudadanía­s de baja intensidad que nos caracteriz­an, ésas que Guillermo O’Donnell describió, clásicamen­te, como la deficienci­a fundamenta­l de las democracia­s incipiente­s, en particular de las latinoamer­icanas, y de la nuestra.

El elogio mayor que puedo hacer sobre Woldenberg a este respecto no exagera un punto, es rigurosame­nte cierto, como quien suma dos más dos, y comprobabl­e, paso a paso, en la vida pública del elogiado.

Escribí que en los años de nuestra transición a la democracia y de nuestro deficiente ejercicio de ella, Woldenberg ha sido un “homo kantiano”, es decir, alguien que actúa como si su conducta fuera a ser ley y como si encarnara la justicia debida para todos. Es decir, que si todos los actores de la democracia mexicana hubieran procedido con la rectitud, el equilibrio y el apego a las reglas de Woldenberg, México sería una democracia ejemplar. No lo es, es una democracia sin demócratas. Con una escasez crónica de woldenberg­s.

Hay también en Woldenberg la mirada lúcida, constante, hacia la tensión civilizato­ria fundamenta­l de la modernidad, desde la Revolución Francesa: la tensión entre igualdad y libertad.

Algo más sobre Woldenberg en este espacio, la semana entrante.

El tipo de ciudadano ideal que reclama la

democracia

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EL PAÍS DE NUNCA JABAZ/SE LLAMABA
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