Apaga la luz
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Hay noches en el firmamento deportivo en las que podemos observar cuándo se apaga una estrella, y cuándo brilla una nueva con gran intensidad. Si recordamos a nuestros atletas favoritos, encontraremos el momento exacto en el que los conocimos. Esa jugada, victoria o hazaña que iluminó su trayectoria hasta que una noche, dejaron de brillar.
Ayrton Senna atravesando la lluvia como un fantasma en un Lotus color negro; Miguel Induráin apareciendo entre la niebla; Sugar Ray Leonard soltando el puño izquierdo que puso contra las cuerdas a Tommy Hearns; Maradona hablando a una pelota como si ella lo escuchara; Marco Tardelli moviendo la cabeza de un lado a otro porque acaba de descubrir que marcó un gol en la Final del Mundial; Soraya Jiménez apretando la barbilla contra la barra antes de lanzar un grito descomunal; Yelena Isinbáyeva cayendo del cielo de forma angelical; Michael Phelps saliendo del agua como un animal marino; Usain Bolt mirando hacia atrás al momento de cruzar la meta; Derek Jeter cruzando el diamante para fildear una pelota imposible entre primera y home; Magic Johnson asistiendo a Kareem por la espalda mientras voltea hacia otro lado; Walter Payton arrastrando rivales que colgaban de su cuerpo, o Roger Federer llorando en la pista de Melbourne al darse cuenta que está abrazando a un rival invencible como Rafael Nadal.
Con estos y otros destellos estelares, hice mi memoria deportiva; y a cada una de estas estrellas, también, las he visto extinguirse. La última de todas, resiste como un hilo de luz al que cada vez es más difícil distinguir.
El deporte con su enorme nobleza, su particular sabiduría y su ejemplar naturaleza, decide cuándo es tiempo de empezar a despedir a uno de sus hijos más queridos y cómo alumbrar al que empieza su camino: esta semana en el mismo torneo, nos ayudó a irnos desprendiendo de Nadal, mientras vamos conociendo a Carlos Alcaraz.
El deporte decide cuándo es tiempo de empezar a despedir a uno de sus hijos
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