A la carta
Ala librería Pérgamo de Madrid entran ahora no pocas personas que se formaron como lectores, desde infancia o adolescencia, en estos estantes de un bosque de cerezos y sí, entran ahora no pocas mexicanas y lectores hispanoamericanos por contagio de querencias y muchos jóvenes lectores y niños que empiezan el feliz sendero para las próximas décadas de una larga vida lectora. Llama la atención de los esforzados libreros la llegada de lectores que piden a la carta; es decir, “quiero un libro de alguien que escriba como Cortázar” o “¿tiene algo à la Kafka, que no sea Kafka?”. Ante ellos, subrayando amabilidades, hay que sugerir o recordar que Julio Cortázar tiene varios títulos publicados y en el caso de Franz, definir si se alude a lo kafkiano como bizarro o surrealista o insecticida.
Hay quien busca libros de autoayuda que —salvo títulos que aludan al suicidio— no alinearán los estantes históricos de esta entrañable librería y luego, los lectores que piden historia o ensayo de cierta marcada tendencia intolerante que tampoco estarán aquí a la venta, pero me conmueven las lectoras que quieren novelas “de amor, pero sin engaños” o los que optan “por novelones tochos, grandes, de muchas páginas, que jueguen mucho con el lenguaje, aunque el autor no me cuente ninguna historia”.
Es decir, hay imposibles y mucha ternura. Tanta, que me recuerda a mis hijos que en su infancia de primeras páginas solían pedir a sus padres que lleváramos a su alcance (ya en el baño o al filo del sueño en la almohada) los libros imposibles. “Tráeme el libro del perro policía que lucha contra el gorila feroz”, pedía Santi desde el trono o Bastián, empijamado, pidiendo el de “los hombres cabeza de salchicha” que luego de revisar dos veces los libreritos de colores, su madre y yo nos dábamos por vencidos hasta descubrir que en realidad esos pedidos eran de libros inexistentes. Salvo que el padre se propusiera escribirlos al instante y encuadernarlos al vuelo, los niños que fueron Santiago y Sebastián revelaron una magia que ahora confirmo: muchos lectores no somos más que ansiosos en mayor o menor de medida de leer antojos; es decir, deletrear sílaba porsílabalashistoriasocuentos,lasnoticiasochismes que deseamos reconocer en el etéreo como salvoconducto ideal para sobrevivir cada madrugada.