Prensa de espectáculos: 007 Parte III

Lo que más detesto de hablar del tema con el que cierro las tres partes en esta columna tiene que ver con el hecho de que no hay forma de hacerlo sin decir nombres. No me molesta el hecho porque lo sostengo ante cualquiera, pero sí resulta más que frustrante que no importa el enfoque o el contexto en el que se digan las cosas, cuando algo fue escándalo en redes y en medios de chismes resulta casi imposible mencionar ciertos nombres sin que así sea leído.

Pero, y no digo que ha sido el único ni el primero, el hecho de que por fin haya salido de su programa un hombre que se ha dedicado a hacer de esta fuente una de escándalo, burla y desdén es para notar. Sí, hablo de Gustavo Adolfo Infante, quien perdió el control al aire la semana pasada al amenazar a sus compañeras de trabajo, advirtiendo que se irían del aire porque él lo decía (o si no lo haría él) y después de la presión social … se ha dedicado a cambiar la narrativa por completo.

Pero se vio en vivo yen directo, el tipo de trato misógino y amedrentador que usualmente se guarda para cuando están apagadas las cámaras —en este negocio—. ¿Habrá un verdadero cambio en cómo procedemos o se dejará pasar como tantas otras cosas?

Eso no es periodismo de espectáculos. Fue una triste viñeta de las cosas que ocurren fuera del aire todo el tiempo. No tenemos licencia para acabar con nadie en esta fuente. Ni los famosos ni nuestros compañeros. El periodismo no trata de eso, y nuestra fuente tampoco. No dudo que el éxito para cada quien es distinto. En este caso en particular, uno de estudio yo diría, me encantaría pensar que es un precedente para que sea real para lo que alguna vez dijo Kapuscinski. Por supuesto que para ser un buen periodista hay que ser una buena persona. Desde esta fuente, ojalá empecemos en casa.