Las cartas de la poeta / I

Llegó a mi vida porque debía hacerlo. Llegué a la suya porque así tenía que ser. Tal vez en alguna remota edad prometimos encontrarnos, tan antigua que nuestros recuerdos no la podrían evocar. Pero sí la memoria profunda que nunca olvidó un compromiso. Esta es su historia.

En junio de 1937, menos de dos meses después del bombardeo a Guernica, aquel experimento de terror perpetrado por la Legión Cóndor alemana en favor del bando franquista sublevado contra la Segunda República española, primer acto de la batalla europea entre las democracias y el fascismo, Carmen Castellote, una pequeña de cinco años nacida en Bilbao, será enviada por sus padres a Len in grado junto con otros miles de niñospara poner sea salvo de la Guerra Civil. Acabada la misma volverán a su patria. Eso no podrá ser así. El estallido de la Segunda Guerra Mundial derivará en un exilio permanente y Carmen nunca recobrará la Í tac a perdida.

El drama empieza con una escena de desconcierto y dolor. La chiquilla tomada de la mano de su hermano, tan niño como ella, embarcará al lado de otros cientos de infantes en el Habana, buque descomunal ante su inocente sorpresa, surcando el mar hacia un país lejano entre las lágrimas y los amargos adioses de sus padres y familiares. En tal fecha de corazones rotos quedará cifrada toda una existencia: articulaciones del tiempo que, como un aleph, condensan el destino. Siempre hay una hora.

Años después, aquella entonces niña encontrará en la poesía la antes oculta y ahora visible razón de lo vivido. Así descifrará su “azarosa biografía” y ese “preciado capital de percepciones emocionales, ensueños, amor y fantasía que tamicé en el alma —escribe— y constituyen mi ontología sentimental: el universo más recóndito”.

Bebe tu sangre, poeta, exigían los autores románticos. Carmen Castellote lo ha hecho y el resultado es excepcional.

La Segunda Guerra Mundial derivará en un exilio permanente y Carmen nunca recobrará la Ítaca perdida