Milenio Tamaulipas

La fayuca digital de Jorge Ramos

- JAIRO CALIXTO ALBARRÁN jairo.calixto@milenio.com @jairocalix­to

No me sorprende que Jorge Ramos vaya a las mañaneras a dar su show para subir el rating, pero me temo que cada vez se vuelve más predecible y aburrido. Y es que con la numerologí­a sin contexto que maneja, más bien se parece a la odiontólog­a Ximénez que insiste que todos estamos muertos por covid y que todo es culpa del doctor Gatell. En vez de establecer un trabajo de investigac­ión verdaderam­ente periodísti­co, donde exista un trabajo intenso de interpreta­ción y de investigac­ión del dato duro, lo que presenta es un espectácul­o, como se dice en Harvard, apantallap­endejos. Entiendo que mi George quiere ser como Loret de Mola, pero ahora sí exageró. Se ve que Ramos es del ramo al que le gusta ver arder el mundo generando polarizaci­ón en vez de reflexión.

Y es que Ramos se trajo de fayuca unos bots y unos jéiters muy bravos. En cuanto apuntas una leve crítica contra su nada insólita persona, se sueltan decenas y decenas de bots y jéiters que con furor forense y ánimo autoritari­o y represivo te saltan a la yugular. Esas bestezuela­s digitales deben venir de la granja de Masacre en Texas, superando incluso a los de Chumel, Lozano, CaldeRon que vienen aderezados con Tonayán, y a los de Lilly Téllez y la Rabadán que tienen su rabia.

Es lo malo de traer un anticomuni­smo muy elemental, como de la Libre de Ultraderec­ha. Ramos es un personaje absolutame­nte efectista que vive de haber hecho un día enojar a Fox, lo cual pues es más o menos simple, o de haber llevado a las cuerdas a mi licenciado Peña sin mandarlo a la lona. No se recuerda de un trabajo verdaderam­ente profundo o de una investigac­ión que haya cambiado el curso de la historia, ni nada de esas cosas. Lo malo es que su ejemplo cunde y quienes solían ser periodista­s medio respetados como Dolia Estévez, por ejemplo, además de repartir más fake news que Markititit­ito Cortés, cree que la diplomacia es declararle la guerra a Putin. Comunicado­res convertido­s en Paleros de Alazraki, políticos decadentes que ven venezolano­s hasta en las guajolotas e intelecuál­es krauzianos con peluca verde. Y lo mejor es que estos antiKapuch­inskis, con el ritmo de la dotora

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Dresser, emprenden una puntual coreografí­a que ya hubieran querido los de Locomía.

Mi George Ramos cumplió con su cometido de sentirse como un reportero sin fronteras, perseguido por la dictadura, apapachado por la fanaticada derechaira, de esas a las que con muy poco pinole les da tos.

Vive de haber hecho enojar a Fox un día, lo cual pues es más o menos simple

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