Los símbolos partidistas
En cada ocasión cuando surge la transición política en cualquiera de los tres niveles de gobierno, se dan curiosas y costosas decisiones al tratar de borrar toda huella del pasado.
En primer lugar, se pide la renuncia de las personas que han ocupado jefaturas en prácticamente todos los niveles.
Como si fuesen un mal recuerdo del pasado al quedar bajo sospecha los servidores públicos, que serían supuestos saboteadores del nuevo gobierno, haciendo añicos experiencia, conocimiento y calidad profesional, después de tres, seis o más años en el servicio.
En muchos casos, la persona removida no fue en el pasado actor político influyente y quizá hasta ajeno a afiliaciones.
Disolviéndose el viejo proyecto de la formación de funcionarios de carrera.
Esto afecta incluso en algunos casos, a los empleados no sindicalizados cuando llega el nuevo jefe “con su equipo” de novatos…
Para aprender… a cargo del presupuesto.
Otra muestra palpable que pretende informar “quién manda ahora” , es el cambio de colores en los edificios públicos e incluso en las escuelas.
Decisión un tanto arbitraria e inmadura porque todos ellos son instituciones precisamente públicas y no pertenecen a partidos.
Documentos y papelería oficial no escapan de esas decisiones llegando incluso a operar en algunos hasta en el vestuario:
Ganan vendedores de pintura y los impresores, pero pierden las instituciones.
En los países de desarrollada cultura cívica y política no operan tales evidentes cambios externos:
No se ven símbolos, logotipos, colores u otro tipo de señal que informe qué partido está en el poder.
Como el caso extremo de un antiguo gobierno estatal de nuestro estado, que hasta en las placas para vehículos iba el frustrado eslogan “mano con mano” y su lema “rumbo nuevo”, que acabó en vox populi, en “derrumbe nuevo”.
El prestigio y capacidad de un buen gobierno se ve en obras, resultados, eficacia, transparencia y sano manejo del erario.
Allí está el sello.
No en los colores lo que es ciertamente antidemocrático porque se vive en una sociedad plural.
Cuando se viaja por algunos países, se percibe calidad, orden, seguridad, servicios, y no obstante ignorar o desconocer el partido que gobierna…
Recibe una buena impresión y se otorga una subjetiva buena calificación.