“Él depende 50 por ciento de mí, no sabe del peligro”
Hace más de 20 años a Rosa Isela le dieron una noticia que cambió su vida: su hijo Miguel fue diagnosticado con autismo y a partir de ahí se ha dedicado a darle los cuidados especiales que requiere, además de luchar contra la insensibilidad o discriminación hacia personas en su condición.
Ella se dedica a elaborar osos memoriales cuyas ganancias son para las atenciones que requiere.
Con la idea de tener un trabajo sin descuidar a su hijo, Rosa Isela Romero empezó a vender juguetes didácticos para los niños, sin embargo hace poco más de tres años empezó a confeccionar osos memoriales.
El primer oso que confeccionó fue en honor a su esposo, quien falleció y su hijo Miguel lo extrañaba demasiado.
“Hacerle algo que tuviera un recuerdo, era su compañero y no sabíamos de qué forma iba a reaccionar al momento que ya no lo viera y se nos ocurrió hacer un osito y así fue como empezamos”.
Cuando vino la pandemia de covid-19, la confección de estos ositos incrementó, dado las muertes que provocó la enfermedad.
Para Rossy, como le dicen de cariño, elaborar los ositos fue una forma que las personas mantuvieran cerca a sus familiares y ella, con su trabajo, obtener recursos.
“Los ositos son una labor doble, a parte de que yo les ayudo con algo que es muy importante para las personas, ellas me ayudan a mi con todo lo de mi hijo, que es por quien yo los realizo, cubrir sus necesidades, enfermedades, alimentación especial, detrás de esto hay mucho que la gente no llega a comprender”.
Además del trabajo, su mamá lo inscribió al padrón para recibir apoyo federal, trámite que hizo en julio del año pasado y es fecha que aún no le llega ni la tarjeta para recibir el recurso.
“Ya lo metí al programa pero desde el año pasado no le ha llegado, está en el programa de López Obrador de discapacidad, lo metí en julio, pero me dicen que a veces tarda hasta un año, ahí está el papelito y todo pero lamentablemente no le llegó, es algo que es para él”.
Actualmente Miguel tiene la ilusión de viajar para visitar a su hermano y su sobrino, a quienes quiere mucho.
“No es tan fácil decir vamos a irnos ahorita, yo le digo vamos a ver cómo le hacemos. Entonces dije, voy a tratar de hacer un poquito más, para ver si tengo más ventas y se cumple ese pequeño sueño, a veces no hay mucho trabajo… Mi meta siempre ha sido trabajar para que al menos las necesidades primordiales las tenga y si me va a bien cumplir sus anhelos”.
Miguel tiene 24 años pero su mentalidad es de un niño de 10 ó 12 años. “no tiene maldad”.