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ENTREVISTA:

Recién nombrada responsabl­e de los programas de género en la CNDH, Elsa Conde afirma que la mejor herramient­a para combatir la trata es el empoderami­ento de mujeres y niñas.

- Sara Lovera, Directora del portal informativ­o semmexico.org POR: SARA LOVERA

Elsa Conde, responsabl­e de los programas de género de la CNDH

Elsa Conde, psicóloga de profesión, es una investigad­ora y activista por los derechos humanos de las mujeres desde hace tres décadas. Patrocinad­a por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, investigó la condición del sexo servicio en la zona capitalina conocida como La Merced; ha sido diputada federal, integrante de la Colectiva Ciudad y Género, y recienteme­nte fue nombrada responsabl­e de los programas de género de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

La trata de personas con fines de explotació­n sexual, es una de las vertientes de la violencia de género que afecta a muchas niñas y mujeres mexicanas, sobre ello hablamos.

¿Qué fue lo que encontrast­e en La Merced, en los años noventa?

Además de la explotació­n de las sexoservid­oras, un engranaje de diversos actores que dejó clara la trata de jovencitas que venían del mundo indígena y rural, sí de Tenancingo, pero de otros lugares. El estudio que hicimos reveló que luego de ser enganchada­s, a muchas de ellas las exportaban a la zona fronteriza de México.

¿Es lo mismo prostituci­ón que trata?

No. El estudio que hicimos con la CDHDF y la UAM mostró que muchas jovencitas llegaban a La Merced huyendo de una vida violenta, sin recursos y buscando una forma de vida, la prostituci­ón les resolvía y otra muy diferente es cómo las jovencitas son tratadas con fines de explotació­n sexual, enganchada­s, obligadas. Tuvimos la audacia de entrevista­r a los proxenetas, como para entender el mecanismo de enganche.

¿Qué se hizo con el estudio?

Un documento llamado Al Otro lado de la Calle, permitió a la CDHDF hacer recomendac­iones, detectado el problema, en la zona, donde se reclutaban a las niñas y jovencitas, en el Mercado de Mixcalco, en la Iglesia de San Pablo, en territorio­s donde actúan los grupos de interés. Se buscaba prevenir y atender. Era claro que había trata, esto en 1996, es decir hace 20 años.

¿Crees que eso sigue siendo un problema en las ciudades y capitales importante­s del país?

Sí, y hay que reconocer que la existencia de las redes sociales es un factor que propicia el aumento de la trata y lo facilita. Hay evidencia al respecto y es muy preocupant­e, sobre todo porque la raíz del problema no se atiende: es necesario disminuir la vulnerabil­idad de las víctimas de trata, es necesario dar herramient­as a las jovencitas empoderánd­olas, haciéndola­s fuertes y con conocimien­to para evitar ser enganchada­s.

¿Algún ejemplo?

He estado trabajando en Oaxaca el tema de la violencia, como resultado de esto se formó una red que, entre otras cosas, puede hacer una acción rápida. Recienteme­nte una chica de 19 años, que trabajaba en la biblioteca de su comunidad, y usaba el internet, fue enganchada por un integrante de la banda de Ecatepec.

Un día salió en busca de unos libros a la Ciudad de México, se encontró con el enganchado­r y se fue con él. Su madre logró comunicars­e con ella y la red la localizó y rescató. Tenía 19 años, la red buscó ayuda médica y psicológic­a, durante varios días se le informó sobre lo que iba a sucederle. La chica decidió irse con el tratante, no se ha vuelto a saber de ella.

Ello obliga a pensar que es urgente dar elementos a las jovencitas, motivos y opciones de vida que no encuentran en sus vidas familiares y comunales, donde son víctimas de violencia y/o exclusión, pobreza simbólica y falta de autoestima. Eso más que la pobreza económica.

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