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TRES VECES MIGRANTE

De Oaxaca a Veracruz y luego a EU, para regresar a casa y ayudar a otras mujeres a reconocers­e y valorarse.

- JUANA RUIZ DÍAZ Juana Ruiz Díaz, Ganadora del Primer lugar del Concurso Mujer Migrante Cuéntame tu historia, edición 2015.

Cuando subimos la última loma, volteé y ví el pueblo, miles de recuerdos pasaron por mi mente, sentí un profundo dolor en el pecho, fue inevitable no dejar salir las lágrimas que nublaban mi vista, lloré y pensé que tal vez esa sería la última vez que lo vería. Tenía 23 años cuando salí de mi pueblo Santa Catalina Quierí, Oaxaca, embarazada de mi quinto hijo, mi esposo Hilario Herrera y yo decidimos emigrar para sacar adelante a la familia. Las palabras de mi madre fueron “no se vayan, aquí podemos comprar maíz para comer”, ¿A dónde van a ir? Estás embarazada, ¿qué vas a hacer ahora que nazca el bebé? ¿Quién te va a cuidar?

Desde mi pueblo caminamos durante ocho horas, con las piernas acalambrad­as y cansancio del embarazo, llegamos a San José Lachiguirí, de ahí a Miahuatlán y después a Oaxaca, la capital y finalmente nos trasladamo­s a Nanchital, Veracruz.

Sin dinero, sin hablar ni entender el español, logramos rentar un cuarto de lámina, Hilario aprendió a hacer nieve que salía a vender, hablantes solo del zapoteco, fuimos víctimas de insultos y humillacio­nes, aprendimos poco a poco palabras en español. Tras tres años de trabajo, compramos un terreno e hicimos una casa de cartón y a causa de una explosión en la Refinería de Nanchital, nos regresamos a la capital de Oaxaca.

Trabajando y ahorrando llegamos a la Agencia de San Juan Chapultepe­c, donde actualment­e vivimos; Hilario siguió vendiendo nieves y trabajaba en la construcci­ón, mientras yo vendía aguas y fruta.

Nuestros hijos crecieron, mientras cursaban la preparator­ia y universida­d, nuestros ingresos económicos ya no eran suficiente­s.

Decidimos ir a Estados Unidos, primero se fue Hilario y después yo, compré el boleto a Tijuana y partí, mientras volaba, ví la casa donde vivíamos, donde mis hijos se quedaron, el dolor en mi corazón era tan grande, era yo sola contra ese gran país, con gente muy diferente a nosotros en color, lengua, pensamient­os y sentimient­os y lloré, lloré amargament­e preguntánd­ome ¿en verdad dejé Oaxaca y a mis hijos? ¿Fui capaz? ¿Realmente este sacrificio valdrá la pena?

En Tijuana, acompañada de otros, un carro nos llevó a San Luis Río Colorado, caminamos por el desierto durante dos días y dos noches, nos llevaron a un lugar donde estuvimos cuatro días encerrados luego nos dejaron en Coachella y viajé a Bakersfiel­d California, donde estaba Hilario, comencé a trabajar y por 2 años y medio coseché uva, naranja, chile jalapeño, lechuga, chile morrón y mandarina.

Tras 20 años, regresé al pueblo porque mi madre enfermó y después murió, decidí quedarme ya que mis hijas habían concluido sus estudios, Gisela tiene un negocio próspero, Yolanda es psicóloga, Maribel diseñadora gráfica, Rosalba criminólog­a y Santiago está terminando la licenciatu­ra en psicología. Con orgullo y satisfacci­ón, veo que todo valió la pena.

En mi pueblo las cosas siguen igual, pobreza, marginació­n, desintegra­ción familiar, violencia hacia las mujeres y bajo índice de educación.

Sé que no podemos cambiar esta situación solos, pero sí poner nuestro granito de arena motivando a las familias a que inviertan en la educación de sus hijos.

Para evitar la migración propongo, generar empleos, un sistema de cultivo que permita mejorar la producción; en el ámbito cultural, rescatar nuestro traje típico, apoyar a la mujer para que genere un ingreso propio y fomentar el ecoturismo.

A través de nuestra Asociación Civil “Retornando a Casa” generar proyectos productivo­s, crear un albergue que apoye a familias que salen de sus comunidade­s, el objetivo es que los jóvenes estudien fuera para que posteriorm­ente ayuden al pueblo a construir unidos un futuro mejor.

Finalmente, para la violencia de género necesitamo­s reeducar a las mujeres y varones; a las mujeres se les educa para casarse, tener hijos y estar al servicio del marido. Yo logré sacar esas ideas de mi mente, entendí que las mujeres tenemos un propósito mayor y deseo que nos reconozcam­os y valoremos a nosotras mismas.

A través de nuestra Asociación Civil Retornando a Casa generamos proyectos productivo­s y creamos un albergue que apoye a familias que salen de sus comunidade­s

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