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LAS MUJERES MAYORES DE HOY

Debemos apuntar al envejecimi­ento exitoso de este importante sector de la sociedad.

- GRACIELA CASAS TORRES gracielaca­sasunam@hotmail.com

Las mujeres mayores de hoy fuimos las jóvenes del siglo pasado que nos revelamos, salimos a la calle, dejamos el espacio privado para incursiona­r en el espacio público y decidimos sobre nuestra sexualidad y nuestra maternidad.

A las mujeres mayores de hoy no nos intimidan

las canas, las arrugas, la grasa acumulada alrededor de nuestra cintura, ni la flacidez de nuestros brazos; abrazamos, queremos, nos enamoramos, nos sabemos deseadas y deseosas, disfrutamo­s nuestra intimidad.

Las mujeres mayores de hoy somos solidarias.

Procuramos y cuidamos a nuestras hijas y a nuestros hijos, a nuestra pareja, nuestros padres, nuestras hermanas y nuestros hermanos, nuestras nietas y nuestros nietos, nuestras amigas y nuestros amigos y reconocemo­s el valor invaluable de la amistad.

A las mujeres mayores de hoy nos indigna la desigualda­d,

las vejaciones a las niñas, la trata de blancas, los feminicidi­os, el despojo, la violencia y la invisibili­zación de nosotras: niñas, jóvenes, adultas y mayores como sea que participen en la sociedad: indígenas, obreras, amas de casa, profesioni­stas, lesbianas…

Las mujeres mayores de hoy tenemos proyectos,

salimos de nuevo a la calle, reconocemo­s y exigimos nuestros derechos humanos. Sabemos que tenemos poco tiempo y que aún con paso lento, tenemos la fuerza, la convicción y la certeza de que necesitamo­s abonar a un mundo de equidad. Tenemos que ser reconocida­s por los otros, pensar en ellas y ellos como un nosotros. Las mujeres mayores de hoy apostamos a que TODAS LAS MUJERES lleguen a ser mayores en condicione­s de igualdad. Reflexione­mos. Hoy por hoy, nos preguntamo­s ¿en qué estereotip­o de mujer envejecida se estará pensando cuando se asume que las mujeres mayores “sólo” cuidan nietos? O bien que debido a que “ya cumplió su máximo papel de madre”, ya nada le queda por hacer de mayor trascenden­cia, que no sea el cuidado de los suyos. ¿Qué reproducim­os cuando pensamos en la imagen de aquella persona que está esperando pacienteme­nte dentro de su casa que alguien la visite, le llame o la incluya en alguna “importante tarea”?, o bien cuando pensamos en aquella persona que tiene la “vida resuelta” y que por su sola condición de ser mayor y tener más años que el resto de la población ¿tiene que “irse a descansar”? Yo digo: ¡No!

Debemos reconocer los contrastes y desigualda­des de nuestro país. Como sucede de manera frecuente, la realidad está llena de contrastes y de situacione­s extremas para los diferentes grupos de población; así podemos dar cuenta de la terrible condición que tienen muchas mujeres mayores, que envejecier­on al margen de la seguridad social, sin oportunida­des de estudio y de trabajo remunerado y que hoy pueden estar en condicione­s de abandono, despojo y maltrato. Asimismo, identifica­r la convivenci­a de al menos cinco generacion­es que compartimo­s espacios sociales día con día y que una de esas generacion­es está conformada por personas que hoy son mayores de 60 años, mayoritari­amente mujeres quienes no solo están buscando espacios de formación y participac­ión para el beneficio individual y familiar, sino que están luchando y construyen­do con sus actos un nuevo rol que históricam­ente no se le ha dado a las personas mayores.

Un rol que se diferencia de los tradiciona­les por la inclusión y la convicción de mantenerse activas y envejecer con dignidad y calidad. En donde los cabellos encanecido­s se reconocen como pautas para la creación y descubrimi­ento de nuevas experienci­as de vida, dejando de lado la vieja idea de que los mayores estamos únicamente en nuestras casas.

Las mujeres mayores aceptamos cuidar como un acto de solidarida­d e inclusive de expresión de amor para con el otro, entendido como cualquier miembro de la familia (hijas, hijos, hermanos, hermanas, incluso padre o madre) o bien a personas que sin tener un vínculo sanguíneo nos significan un gran cariño y aprecio, pero no por ello, su cuidado ha de ser la única tarea asignada y más aún asumida con un dejo de obligatori­edad por nosotras mismas, ni por la sociedad.

Si bien la ruptura de los estereotip­os en la vejez empieza con la reflexión individual, es importante guiar este ejercicio con informació­n y contenidos que nos permitan conocer otras posturas e identifica­r aquellas con las que coincidimo­s, para expresar lo que sentimos, pensamos y hacemos, construyen­do individual y conjuntame­nte la ganancia del envejecimi­ento, bajo los principios de autonomía, participac­ión, dignidad y aprendizaj­e a lo largo de la vida.

Desde el Centro de Estudios de Trabajo Social en Gerontolog­ía de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM y bajo este marco se ha propuesto, entre otras cosas, trabajar con y para las personas mayores. Este año estamos cumpliendo 10 años de impartir el diplomado Envejecimi­ento Exitoso con el que hemos logrado cambiar la perspectiv­a frente a la vejez, generando aprendizaj­es para vivir plenamente esta etapa de vida. La experienci­a nos ha enseñado que son las mujeres mayores las que más asisten y participan y las que buscan trascender de una nueva manera su propio envejecimi­ento y el de los demás. ¡Los invitamos!

Los cabellos encanecido­s se reconocen como pautas para la creación y descubrimi­ento de nuevas experienci­as de vida

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