LAS MUJERES MAYORES DE HOY
Debemos apuntar al envejecimiento exitoso de este importante sector de la sociedad.
Las mujeres mayores de hoy fuimos las jóvenes del siglo pasado que nos revelamos, salimos a la calle, dejamos el espacio privado para incursionar en el espacio público y decidimos sobre nuestra sexualidad y nuestra maternidad.
A las mujeres mayores de hoy no nos intimidan
las canas, las arrugas, la grasa acumulada alrededor de nuestra cintura, ni la flacidez de nuestros brazos; abrazamos, queremos, nos enamoramos, nos sabemos deseadas y deseosas, disfrutamos nuestra intimidad.
Las mujeres mayores de hoy somos solidarias.
Procuramos y cuidamos a nuestras hijas y a nuestros hijos, a nuestra pareja, nuestros padres, nuestras hermanas y nuestros hermanos, nuestras nietas y nuestros nietos, nuestras amigas y nuestros amigos y reconocemos el valor invaluable de la amistad.
A las mujeres mayores de hoy nos indigna la desigualdad,
las vejaciones a las niñas, la trata de blancas, los feminicidios, el despojo, la violencia y la invisibilización de nosotras: niñas, jóvenes, adultas y mayores como sea que participen en la sociedad: indígenas, obreras, amas de casa, profesionistas, lesbianas…
Las mujeres mayores de hoy tenemos proyectos,
salimos de nuevo a la calle, reconocemos y exigimos nuestros derechos humanos. Sabemos que tenemos poco tiempo y que aún con paso lento, tenemos la fuerza, la convicción y la certeza de que necesitamos abonar a un mundo de equidad. Tenemos que ser reconocidas por los otros, pensar en ellas y ellos como un nosotros. Las mujeres mayores de hoy apostamos a que TODAS LAS MUJERES lleguen a ser mayores en condiciones de igualdad. Reflexionemos. Hoy por hoy, nos preguntamos ¿en qué estereotipo de mujer envejecida se estará pensando cuando se asume que las mujeres mayores “sólo” cuidan nietos? O bien que debido a que “ya cumplió su máximo papel de madre”, ya nada le queda por hacer de mayor trascendencia, que no sea el cuidado de los suyos. ¿Qué reproducimos cuando pensamos en la imagen de aquella persona que está esperando pacientemente dentro de su casa que alguien la visite, le llame o la incluya en alguna “importante tarea”?, o bien cuando pensamos en aquella persona que tiene la “vida resuelta” y que por su sola condición de ser mayor y tener más años que el resto de la población ¿tiene que “irse a descansar”? Yo digo: ¡No!
Debemos reconocer los contrastes y desigualdades de nuestro país. Como sucede de manera frecuente, la realidad está llena de contrastes y de situaciones extremas para los diferentes grupos de población; así podemos dar cuenta de la terrible condición que tienen muchas mujeres mayores, que envejecieron al margen de la seguridad social, sin oportunidades de estudio y de trabajo remunerado y que hoy pueden estar en condiciones de abandono, despojo y maltrato. Asimismo, identificar la convivencia de al menos cinco generaciones que compartimos espacios sociales día con día y que una de esas generaciones está conformada por personas que hoy son mayores de 60 años, mayoritariamente mujeres quienes no solo están buscando espacios de formación y participación para el beneficio individual y familiar, sino que están luchando y construyendo con sus actos un nuevo rol que históricamente no se le ha dado a las personas mayores.
Un rol que se diferencia de los tradicionales por la inclusión y la convicción de mantenerse activas y envejecer con dignidad y calidad. En donde los cabellos encanecidos se reconocen como pautas para la creación y descubrimiento de nuevas experiencias de vida, dejando de lado la vieja idea de que los mayores estamos únicamente en nuestras casas.
Las mujeres mayores aceptamos cuidar como un acto de solidaridad e inclusive de expresión de amor para con el otro, entendido como cualquier miembro de la familia (hijas, hijos, hermanos, hermanas, incluso padre o madre) o bien a personas que sin tener un vínculo sanguíneo nos significan un gran cariño y aprecio, pero no por ello, su cuidado ha de ser la única tarea asignada y más aún asumida con un dejo de obligatoriedad por nosotras mismas, ni por la sociedad.
Si bien la ruptura de los estereotipos en la vejez empieza con la reflexión individual, es importante guiar este ejercicio con información y contenidos que nos permitan conocer otras posturas e identificar aquellas con las que coincidimos, para expresar lo que sentimos, pensamos y hacemos, construyendo individual y conjuntamente la ganancia del envejecimiento, bajo los principios de autonomía, participación, dignidad y aprendizaje a lo largo de la vida.
Desde el Centro de Estudios de Trabajo Social en Gerontología de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM y bajo este marco se ha propuesto, entre otras cosas, trabajar con y para las personas mayores. Este año estamos cumpliendo 10 años de impartir el diplomado Envejecimiento Exitoso con el que hemos logrado cambiar la perspectiva frente a la vejez, generando aprendizajes para vivir plenamente esta etapa de vida. La experiencia nos ha enseñado que son las mujeres mayores las que más asisten y participan y las que buscan trascender de una nueva manera su propio envejecimiento y el de los demás. ¡Los invitamos!
Los cabellos encanecidos se reconocen como pautas para la creación y descubrimiento de nuevas experiencias de vida