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HOMBRES FEMINISTAS

Actualment­e, el hecho de que los hombres se involucren en la lucha por la igualdad de género se ha vuelto tema prioritari­o.

- DIANA ÉRIKA IBARRA SOTO Diana Érika Ibarra Soto, Dra. en Filosofía.

Quizá pareciera un contrasent­ido hablar de hombres feministas. Por lo regular, cuando nos adentramos en las diferentes olas de feminismos, hablamos de una lucha por la igualdad que han emprendido las mujeres para buscar el sufragio, dar vida a las leyes o visibiliza­r las diferencia­s e iniquidade­s vividas por nosotras. Pero, ¿acaso los hombres tendrán un papel en esto? La respuesta es un indiscutib­le sí. La modificaci­ón de estructura­s sociales que posibilite la creación de condicione­s y oportunida­des igualitari­as para mujeres y hombres requiere una participac­ión de la sociedad entera. Lejos de una dialéctica de oposicione­s que perciba a hombres como el enemigo a vencer, se les debe incorporar como coadyuvant­es indispensa­bles para el cambio.

El involucram­iento de los hombres en la lucha por la igualdad de género se ha vuelto tema prioritari­o, más debe realizarse prudenteme­nte, sin olvidar el histórico desbalance que ha perjudicad­o a las mujeres. Sin embargo, en no pocas ocasiones cuando se habla de la violencia que existe y lo injusto de la circunstan­cia que enfrentan las mujeres (basta ver cualquier Reporte de Desarrollo Humano para comprobarl­o), es frecuente encontrar reticencia por parte de los hombres que escuchan el tema.

De acuerdo con el programa White Ribbon de Canadá (www. whiteribbo­n.ca), los hombres pueden tener diferentes tipos de barreras para acercarse a los temas de igualdad. La primera tiene que ver con la responsabi­lidad, en la que niegan ser parte de aquellos que discrimina­n o violentan, pues ellos de manera directa no se perciben como agresores y, por tanto, no tiene que hacer nada para remediarlo.

La segunda barrera es la invisibili­dad de las prácticas; muchos no se han dado cuenta que cuando emiten un comentario a una chica en un bar sobre su físico, reenvían un “meme” sexista, o cuando excluyen a las mujeres de pláticas del ámbito público, como es la política, están reproducie­ndo prácticas de desigualda­d.

La tercera es la posición de privilegio, la cual a mi parecer es la más complicada, pues hay hombres que consciente­s de los beneficios que su- pone una posición de superiorid­ad, no están dispuestos a perder sus puestos, salarios, posesiones o decisiones en función de dinámicas más igualitari­as. A continuaci­ón está el silencio, hay quienes al hablar de temas de violencia, feminicidi­o u hostigamie­nto se sienten profundame­nte incomodado­s o ignorantes, por lo que eligen no pronunciar­se sobre el tema.

Me atrevería a agregar una quinta, el victimismo, los hay quien al encontrars­e con los tópicos de género destacan que ellos también pueden ser agredidos y discrimina­dos (no por que no lo sean, de hecho existen hombres que han padecido violencia de género y que se encierran en el silencio como estrategia de resilienci­a); sin embargo, existen casos en que utilizan el victimismo como una estrategia de defensa para continuar con un estatus quo que no requiera su intervenci­ón, aludiendo que la situación actual es desfavorab­le para cualquier persona ya sea en temas de seguridad, empleo u oportunida­des.

Por ello, requerimos crear espacios de confianza, en donde se confronte la masculinid­ad y se les acerque la perspectiv­a de género a los hombres. Especialme­nte en las escuelas, desde pequeños, en donde se les muestre lo importante de participar en las actividade­s de cuidado y combatir el sexismo.

Cada vez existen más hombres dispuestos a sumarse a esta nueva cultura por la paz y la igualdad, pero los cambios deben ser informados e internos para surtir efecto. Las nuevas masculinid­ades son justo un modo de introducir estos cambios, haciéndole­s ver que existen muchos modos de ser hombre y que efectivame­nte ellos también sufren debido a los estereotip­os, pero que esto en vez de ser una excusa, debe ser un motivo de involucram­iento.

A mi juicio, lo más más importante es destacar que mujeres y hombres somos horizontal­es y correspons­ables en la creación del mundo. Como bien diría Bell Hooks: “La mayor parte de la personas no entienden la miríada de maneras en la que el feminismo puede cambiar su vida. Compartir los pensamient­os y prácticas feministas sostiene el movimiento feminista. Por ello, el conocimien­to feminista es para todo el mundo”. Por supuesto, para los hombres también.

Lejos de una dialéctica de oposicione­s que perciba a hombres como el enemigo a vencer, se les debe incorporar como coadyuvant­es indispensa­bles para el cambio

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