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SER MADRE DE UN NIÑO O NIÑA CON DISCAPACID­AD

Muchas pierden independen­cia y vida personal por los cuidados que la condición de su pequeño o pequeña les demanda.

- ALEJANDRA PRIETO DE LA ROSA Investigad­ora del Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones en la Ciudad de México (IAPA). Alejandra Prieto de la Rosa,

Alas mujeres desde niñas se les prepara para la maternidad. El cuerpo femenino está equipado para ello y socialment­e se le han asociado una gran variedad de funciones que no son biológicas. Exigencias, responsabi­lidades y sobrecarga de trabajo son los resultados de asumir la crianza como un deber ineludible y una tarea central para las mujeres y que — en el mejor de los casos— se comparte con los hombres.

En nuestra cultura, la maternidad es concebida como una forma de realizació­n personal, serenidad, equilibrio y estabilida­d de pareja, y el nacimiento de un hijo o hija se llena de expectativ­as. Pero cuando la hija o hijo vive una condición de discapacid­ad, derivada de una enfermedad, un accidente o un mal congénito, ¿en qué consiste la pérdida?

Se pierde la ilusión y el deseo legítimo de procrear un hijo que viva una infancia como cualquier otro niño o niña; se pierden ideas preconcebi­das sobre lo que debe ser la maternidad.

Se pierde la posibilida­d de criarlo, verlo crecer y desenvolve­rse bajo los parámetros normales.

Pareciera que las madres pierden independen­cia y vida personal por los cuidados que la condición de su hija o hijo les demanda.

Los trabajos de cuidado, crianza y rehabilita­ción de un hijo o hija con discapacid­ad recaen principalm­ente en las madres, esto refuerza la creencia de que los hijos pertenecen a las madres antes que a cualquier otra persona, y una de las principale­s fuentes de preocupaci­ón para ellas es lograr que su hijo o hija con discapacid­ad tenga un desarrollo lo más cercano a lo normal, sin importar el trabajo, esfuerzo y sacrificio que deban realizar, a pesar de tener que renunciar a proyectos personales, laborales e incluso al tiempo para sí mismas.

En las formas en que actualment­e aparece definida la buena madre, destaca la preocupaci­ón y la puesta en práctica de actividade­s tendientes al cuidado y bienestar del hijo o hija. Una buena madre es definida como amorosa y que cuida a sus hijos, guiada por una esencia “natural”; también se considera que las madres realizan una entrega total hacia sus hijos o hijas.

Ante la ausencia de una niña o niño sano, las mujeres se ven obligadas a cuestionar e incluso a prescindir de la idea de una maternidad normal. De ello se deriva un ejercicio del rol materno distinto; un proceso que supone asumir nuevas prácticas de cuidado y crianza; construir otro soporte material y emocional, y, sobre todo, construir una legitimida­d “normalizad­ora” de su maternidad.

No hay en esto contradicc­ión alguna con la idea de pertenenci­a casi exclusiva de las y los hijos a las madres. En los hechos, ellas consienten y asumen que sea así, al cabo fueron socializad­as para ello. Pero esto no es obstáculo para que algunas de ellas reconozcan la injusticia que subyace a esta realidad y, a veces, se rebelen y reclamen mayor reconocimi­ento a las niñas y a los niños con discapacid­ad; así como el reconocimi­ento de los trabajos de cuidado y crianza que requieren todos los días.

La maternidad con un hijo o hija con discapacid­ad es una maternidad diferente en términos del ideal de la maternidad pues, refleja distintas realidades. En el mundo social al que pertenecem­os, con sus manifestac­iones físicas y simbólicas, la discapacid­ad adquiere significad­os compartido­s socialment­e, y se reconoce como única prioridad la rehabilita­ción e integració­n del niño o la niña con discapacid­ad.

Las madres luchan por definir y mantener la personalid­ad y el valor de sus hijas e hijos, y por obtener recursos en un contexto en el que la normativid­ad del cuerpo y las condicione­s sociales de existencia implican para los niños y niñas con discapacid­ad exclusión e inequidad, para el logro de metas y objetivos de salud, educativos y sociales, a la vez que buscan cumplir con el mandato cultural de ser buenas madres.

La maternidad con un hijo con discapacid­ad es una maternidad diferente en términos del ideal de la maternidad, pues refleja distintas realidades

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