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HACIA LA GANANCIA DEL ENVEJECIMI­ENTO

Ya conquistam­os la longevidad, ¿para qué la queremos?

- GRACIELA CASAS TORRES Graciela Casas Torres,

En el primer tercio del siglo pasado, la esperanza de vida de los mexicanos al nacer era de 34 años; es decir, que una persona que nació en 1930 podía esperar vivir en promedio 33 años si era hombre, y 35 años si era mujer. En 1950, la esperanza de vida aumentó a 47 años; para 1970 fue de 71 años y, actualment­e, las mujeres que nacieron después de 2016 pueden esperar vivir en promedio 78 años y los hombres 73. ¡Es increíble!, y gracias, entre otras cosas, al avance de la atención en salud pública y de la tecnología.

En 2018, más de 13 millones de personas mayores viven en nuestro país; se espera que en 2050 lleguen a ser 32.4 millones (21.5% de la población total), de acuerdo con cifras del INEGI (2017). Este fenómeno no es exclusivo de México, se está dando en todo el mundo como algo inédito. ¡Nunca en la historia de la humanidad han existido tantas personas mayores! Esta situación nos enfrenta a nuevos retos y cambio de paradigmas.

Sabemos que en nuestro país existen “diferentes vejeces”; es decir, personas envejecida­s con historias de vida y circunstan­cias sociales y económicas tan distintas, que no podemos decir que este grupo de población sea homogéneo. Reconocemo­s un alto grado de vulnerabil­idad y marginalid­ad de este sector, 41.1% está en situación de pobreza de acuerdo con el Coneval (2017), pero también reconocemo­s que un gran número de personas mayores, especialme­nte entre los 60 y 75 años, están deseosas de seguir participan­do en la sociedad y de contribuir desde su experienci­a y su tiempo.

Estamos frente a un real bono demográfic­o, ante el cual las institucio­nes y la sociedad no saben qué hacer, y que a diferencia de los jóvenes (que también son un bono demográfic­o) ya están capacitado­s y tienen resueltos algunos gastos básicos, como el de la vivienda.

Nos encontramo­s ante un nuevo paradigma, en el que tenemos que crear un nuevo rol para las personas mayores. Debemos entender el rol como el conjunto de funciones, normas, comportami­entos y derechos definidos social y culturalme­nte, que se espera que una persona (actor social) cumpla o ejerza de acuerdo con su estatus social adquirido o atribuido.

En la vida cotidiana, el rol social se identifica como el papel que las personas llevan a cabo día a día en la vida social, y puede entenderse como el comportami­ento que se espera de las personas acorde a su posición social, institucio­nal, comunitari­a, grupal, familiar, etc. El rol tiene la función de separar lo que somos (identidad) de lo que representa­mos (rol). Y si el individuo no desempeña su rol de la forma esperada, corre el riesgo de exponerse a sanciones.

Es así que la sociedad actual no ha asignado un rol para las personas mayores, como no sea el cuidado y el rol de abuelos, especialme­nte para las mujeres. Además, han sido estigmatiz­ados por no cumplir con los “valores más importante­s” de la modernidad, como la productivi­dad económica asociada a la juventud.

De ahí la pregunta que encabeza este artículo. Proponemos que la longevidad le dé oportunida­d a las personas mayores de formar un colectivo con una identidad nueva; que no se siga viendo a la vejez como una etapa de la vida con pérdidas, sino que ahora podamos apostar a tener y construir la ganancia del envejecimi­ento, que puede darse desde la conciencia individual del autorrecon­ocimiento que acompaña la madurez de los años vividos, hasta la participac­ión social comprometi­da con las mejores causas sociales, incluido el apoyo a las otras vejeces.

La ganancia del envejecimi­ento debe estar orientada a promover un rol que compense para sí y para los demás, gozar, acompañar y participar en el contexto de los diversos grupos de personas mayores.

La ganancia del envejecimi­ento debe estar orientada a promover un rol que compense para sí y para los demás, gozar, acompañar y participar en el contexto de los diversos grupos de personas mayores

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