ENVEJECIMIENTO ACTIVO
La educación es un factor de cambio colectivo y de colaboración intergeneracional.
La educación para el envejecimiento activo no debe dirigirse solo a personas mayores, sino también a quienes se encuentran en distintos momentos del curso de vida
La educación es una dimensión que debe estar presente a lo largo de todo el curso de vida sin importar la edad. Es bajo esta concepción de educación como un proceso longitudinal, que el envejecimiento activo cobra importancia como paradigma a retomar en las políticas públicas y los programas relacionados al ir envejeciendo, la vejez y las personas mayores, ya que se le puede considerar como factor promotor de instrumentos colectivos para el desarrollo humano.
Lo anterior es mencionado por especialistas en envejecimiento y educación, y propuesto desde la pedagogía liberadora de Paulo Freire, un educador brasileño, en la que se piensa a las personas como sujetos activos de su proceso educativo.
Por ello, la educación para el envejecimiento activo no debe dirigirse solo a personas mayores sino también a quienes se encuentran en distintos momentos del curso de vida, siendo fundamental incluir a funcionarios públicos, lo que permitirá visualizarla más allá de una propuesta política para estimular una mejor calidad de vida mediante un proceso de optimización de oportunidades que fomenten la autoestima, dignidad y ejercicio pleno de derechos (OMS, 2002) y encaminarla hacia un instrumento de colaboración intergeneracional al que debemos adaptarnos conforme nuestra sociedad envejece.
La interacción entre varias generaciones es un proceso de transferencia de saberes, conocimientos e información que implica familiarizarnos con la realidad de otras y otros; reconocer sus necesidades y derechos, y respetar su otredad. Es esta interacción la que puede ofrecernos una alternativa para sanar como sociedad ante la violencia desgarradora que vive nuestro país. Como bien lo señalan Yuni y Urbano en su texto Envejecer
aprendiendo. Claves para el envejecimiento activo (2016), la educación también puede concebirse como factor estimulante de cuidado y protección de unos con otros, convirtiéndose en un elemento colectivo que permita el crecimiento y el desarrollo humano.
Hablar de envejecimiento activo no es solo hablar de las personas viejas, también refiere a potenciar las capacidades del ser humano y de distintas generaciones, para comprender que la construcción del bienestar comienza desde el momento en que nacemos.
No obstante, la política pública suele plantearse de tal manera que nos fragmenta por etapas de la vida, por ello es necesario reconstruirla desde una visión que nos acompañe a lo largo del curso de vida, en cada trayectoria vital y durante transiciones y momentos cruciales, así como trascender más allá de los modelos escolarizados tradicionales que no comprenden las distintas realidades en que vivimos y envejecemos.
Implica ver en la educación un proceso de humanización y socialización, resignificar nuestra experiencia y envejecimiento, aprender y desaprender con una motivación de vida colectiva donde reconozcamos nuestra interdependencia, tal y como lo señalan los autores mencionados.
Necesitamos renovar nuestro lenguaje, dar nuevos significados a nuestro desarrollo a lo largo de la vida y el papel que juega la educación, permitirnos amar nuestro proceso de envejecimiento, que no es otra cosa más que el proceso de nuestra vida misma.
Agradecemos ampliamente a Carlos Cruz, de Cauce Ciudadano; Alexandra Haas, presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred); José Yuni y Claudio Urbano de la Universidad de Catamarca, y al Centro Tepoztlán Víctor L. Urquidi A. C., por sus aportaciones nos fue posible desarrollar esta reflexión.